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El último deseo en 3 minutos

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Magia, algo que todos hemos deseado poseer en algún momento de nuestras cortas vidas, pero…¿estás dispuesto a pagar el precio?

Hoy os hablaré del primer libro de la saga de Geralt de Rivia, El último deseo, y de Geralt, un brujo que tuvo que pagar un precio muy alto por sus nuevas habilidades.

Si tienes pensado leer el libro, cosa que deberías plantearte seriamente si aún no lo has hecho, te recomiendo que no sigas leyendo. Lo que se contará a continuación revelará los más oscuros secretos de brujos, hechiceros y otros seres que habitan más allá de la Puerta de los Cordeleros.

Estigres en la noche

Saga Geralt de Rivia - El último deseo

Portada El último deseo. Saga Geralt de Rivia

Geralt de Rivia es un tipo corriente que intenta ganarse la vida como brujo matando todo tipo de bichos, monstruos y toda clase de criaturas como basiliscos, dragones, utopes, bobolacos… y un largo etcétera que nos llevaría demasiado tiempo relatar aquí y ahora.

El caso es que Geralt, más conocido como el brujo de pelo blanco, por la evidente razón de tener el pelo blanco, resulta herido en una escaramuza con la estigre que vive en los sótanos del castillo de Wyzima.

Con el uso de un buen cebo, el noble Ostrit en persona, nuestro brujo consigue romper el hechizo y devolver su apariencia normal a la princesa; desmontar una conspiración para acabar con el reinado de Foltest y cobrar una suculenta recompensa por todo el trabajo, y todo eso en una sola noche. Pero la herida parece grave y acude al santuario de Melitele a recuperarse.

Una vez allí, y bajo los atentos cuidados de la sacerdotisa Nenneke, Geralt empieza a recordar viejas aventuras en las que estuvo involucrado en el pasado.

El brujo nos habla de su encuentro con Nivellen, un pobre hombre convertido en bestia que permanece encerrado en su castillo intentando romper un antiguo hechizo con la compañía de algunas bellas doncellas que compra a los mercaderes de la zona. Al parecer eso no tiene el efecto deseado ya que ninguna de las mencionadas doncellas siente amor verdadero por ese extraño ser, nadie salvo una lamia, que antes de morir a manos de Geralt le da un último beso de sangre a su amor y  rompe el hechizo.

El carnicero de Blaviken

Su siguiente destino, Blaviken, es el lugar en el que se ganó el apodo de El Carnicero de Blaviken. Geralt, acude a la ciudad con la única intención de cobrar la recompensa por una kikimora pero las cosas se complican cuando el alcalde decide no pagar.

El brujo tiene que acudir a Stregobor, un hechicero al que Renfri y sus mercenarios quieren asesinar por unos asuntillos sin importancia del pasado y sin previo aviso se encuentra en medio de todo el fregado. Renfri lo seduce y lo engaña a partes iguales pero no consigue capturar al mago. Geralt, creyendo que los mercenarios acabarán con toda la población de Blaviken, decide tomar la iniciativa y matarlos primero. La misma suerte corre Renfri que acaba atravesada por una de las espadas del brujo.

La gente horrorizada por la carnicería decide que lo mejor es apedrear al brujo que acaba de salvarles de una muerte horrible. Caldemeyn, el alcalde, consigue calmar los ánimos lo suficiente para sugerirle a Geralt que no vuelva a poner los pies nunca en Blaviken o él personalmente se encargará de que sea la última vez que lo haga.

Una visita inesperada

Entre tanto un par de caballeros de la Orden de la Rosa Blanca, Falwick y Tailles, deciden hacer una visita de cortesía a Geralt. Se presentan en el santuario y sin mediar palabra exigen que lo abandone. Geralt tienen intención de marcharse pero no todavía. Nenneke le ofrece alojamiento y comida gratis el tiempo necesario y Tailles viendo que la partida del brujo se alarga más de lo deseado decide que lo más sensato es desafiar en un duelo a Geralt de Rivia.

La intervención de Falwick le evita una muerte prematura al noble y abandonan el santuario por su propio pie, aunque ligeramente cabreados por la negativa del brujo a abandonar las tierras del conde.

Este desafortunado accidente no impide al brujo seguir contando sus batallitas a pequeños y mayores.

Entre ellas narrará la de su encuentro con Pavetta, la princesa de Cintra y Erizo de Erlenwald, su amante secreto, al que con sus actos logra salvar de una terrible maldición que de noche lo convierte en un ser horrible. Sir Erizo, en eterna gratitud por haberle salvado la vida y otros muchos actos que tuvieron lugar durante la noche, le ofrece como recompensa lo que pida. Geralt, más listo que el hambre, le pide aquello que posee pero de lo que aún no sabe. Algo que tendrá sus repercusiones en el futuro.

De como el bardo consiguió un magnífico laud

Geralt y Jaskier se dirigen a los confines del mundo donde esperan encontrar más monstruos a los que derrotar y que alguien les pague por sus servicios. Nada más llegar los lugareños les hablan de Torque, un diablo que se dedica a robar semillas y comida de los pobres y desvalidos aldeanos para entregársela a Galarr y su banda de ladrones elfos.

Geralt y Jaskier por un desafortunado giro del destino son capturados y apaleados por la banda de los elfos que se disponen a darles pasaporte con carácter de urgencia. Torque se opone a este trágico final aunque poco les importa a esos elfos empeñados en restaurar en el valle el antiguo orden que se desvaneció con la colonización de los humanos. Afortunadamente para nuestros amigos y para la saga, Lille llega en el momento oportuno para evitar que Geralt y Jaskier sean asesinados por los elfos cabreados.

Pide un deseo

Su otro encuentro es una mezcla de amor y odio y un genio encerrado en un ánfora. Un día cualquiera, una mañana cualquiera, hay que comer. Geralt y Jaskier deciden que salir a pescar es lo mejor para completar su dieta con un poco de omega3.

Sus problemas se multiplican cuando del agua sacan un ánfora con un genio encerrado. No está claro el tiempo que lleva el genio allí metido pero es algo que no le hacía ni puta gracia, así que al verse libre ataca a Jaskier que resulta herido de gravedad. Y ese es el menor de los problemas de Geralt. Como buen amigo decide salvarle la vida al trovador y se dirige a la ciudad de Rinde donde espera encontrar  algún hechicero que pueda curarlo.

Allí conoce a Yennefer, una hechicera con ambiciones que pretende capturar al genio y someterlo a su voluntad para aumentar su poder. Cura a Jaskier y utiliza a Geralt para vengarse del concejal Laurnariz mientras invoca al genio para capturarlo. Pero los acontecimientos no resultan como esperaba. El genio es demasiado poderoso y Jaskier no es el poseedor del último deseo sino Geralt.

Al final los dos se salvan de la ira del genio y acaban haciendo el amor entre los restos humeantes de la casa de Errdil mientras el resto de sus amigos y compañeros se preguntan si siguen con vida.

La ruta de los mercaderes

Geralt sabe que ha llegado el momento de partir. Junto con Jaskier, su fiel amigo, poeta y trovador, deciden abandonar las tierras de Ellander en busca de nuevas aventuras. Falwick y Tailles, no contentos con el desenlace de su primer encuentro en el santuario, deciden arriesgar de nuevo sus vidas, esta vez acompañados por un ejército. Las opciones del brujo son escasas. Si decide no enfrentarse en un duelo contra el presuntuoso noble será colgado. Si decide luchar pero se atreve a tocar a su oponente le espera una sesión gratuita de tortura en la rueda. Con este panorama decide que la mejor opción disponible es arrearle al indeseable ese con su propia arma y asunto zanjado.


Fuentes
El último deseo Autor: Andrzej Sapkowski Editorial:Alamut

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Nuevo reto: The Walking Dead, Vatos

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Torneo del Rey: The Walking Dead, Vato
Aventurero, héroe o simple mortal, esta es la oportunidad para demostrar tu habilidad y tu talento.
En el Torneo del Rey tienes disponible un nuevo reto al que enfrentarte y conseguir fama, gloria y porque no, un poco de experiencia en combate que llegado el momento siempre te puede venir bien.

En Los retos de The Walking Dead no bastará con ser un auténtico superviviente, además deberás demostrarlo una y otra vez si quieres que tus compañeros de grupo lleguen a confiar en tí como líder. Enfréntate a las preguntas y acaba con todas.

Accede al reto: The Walking Dead, Vatos

Añade tus preguntas para el reto The Walking Dead, Vatos en los comentarios…

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Soluciones al reto The Walking Dead, Vatos

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Si estás buscando las respuestas al reto The Walking Dead, Vatos, este es el lugar indicado. Relájate y disfruta de una buena cena y algo de música, tal vez sea la última vez que puedas hacerlo.
The Walking Dead Logo

¿Qué hacen Andrea y Amy en sus ratos libres?
Salir a pescar en un bote

Prácticas de tiro cerca del campamento es algo que le hubier venido muy bien a Amy, tal vez ahora seguiría con vida. Incluso jugar al escondite con zombies podría ser una buena opción para mantenerse a salvo de los caminantes. Pero lo realmente efectivo, lo que hubiera convertido a Amy en una auténtica superviviente es haber visto alguna vez, hubiera bastado incluso con una sola vez, haber visto Bienvenidos a Zombieland.

¿Qué tatuaje tienen Miguelito en el cuello?
Una calavera

La esvástica es más propia de algún neonazi sin cerebro como el de American History X y la estrella de la muerte está reservada para los que han acudido al lado oscuro así que salvo que no tuviera ningún tatuaje y todo apunta a que si lo tenía solo nos queda una única respuesta válida.

¿Cuál es la regla del padre de Andrea?
No se llora en la barca, asusta a los peces

Una regla estúpida tratándose de un apocalipsis zombie. Ya lo dijo Sun Tzu en su momento, el buen guerrero en tiempos de paz se prepara para la guerra.

¿Quién aparece en mitad de la pelea entre Rick, Daryl y la banda de Atlanta?
La abuela de Felipe

Gatitos, gatitos everywhere. Al final uno se cansa de tantos gatitos por aquí gatitos por allá. Afortunadamente los guionistas de la serie estuvieron acertados y decidieron meter de por medio a la abuelita. Ese es un recurso que siempre funciona en las peleas de barrio. También podría haber sido el hijo de Rick, siempre está donde no debería, pero seguro que tampoco estaba sentado tranquilamente en el campamento.

¿Qué defiende la banda de Guillermo y Felipe?
Un grupo de ancianos abandonados

Esta era fácil. Todas las opciones eran buenas para sobrevivir en un apocalipsis zombie, todas menos una. ¿adivináis cual era la respuesta correcta? Efectivamente, lo único que no puede salvar tu culo en una situación de emergencia nacional.

¿Quién muere en el ataque de los zombies al campamento?
Amy, hermana de Andrea

Amy, amante de la naturaleza, reina de las setas, fiel a los consejos de su padre hasta el final. No se llora en la barca chica, no se llora.

¿Quién es el jefe de la banda que se encuentra Daryl en Atlanta?
G

¿Cuál era el oficio de Glenn antes del apocalipsis?
Era repartidor de pizzas

A veces me da por pensar en cual sería el mejor oficio para enfrentarse a un brote de virus Z y de entre todas las opciones repartidor de pizzas o mecánico de coches son las que me parecen más útiles. Ser militar en activo también ayuda. Reservas de munición y armamento en el almacén, vehículos blindados… lástima que no estuviera también en la lista.

¿Qué hace Dale cada día a la misma hora?
Darle cuerda a su antiguo reloj de pulsera

¿Quién ataca a Shane con una pala en el campamento?
Jim, por intentar detenerle

A decir verdad creo que casi todos los supervivientes del campamento tienen motivos para atizarle una buena paliza a Shane pero las otras opciones se podían descartar fácilmente. Si hubiera sido Daryl Shane estaría muerto, muerto del todo. Ed solo le pega a las mujeres y Rick hubiera usado su revolver con el mismo resultado que en la opción a. Así que solo nos queda el bueno de Jim

¿Qué se encuentran Rick y el resto del grupo cuando llegan a la azotea de los grandes almacenes?
La mano izquierda de Merle

Recordad, solo Merle puede matar a Merle.

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Frases en El último Deseo de Andrzej Sapkowski

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Frases El último Deseo de Andrzej Sapkowskil brujo ha llegado a Blaviken y como en tantos otros lugares, gatos y niños son los primeros en salir a recibirle…o era en salir corriendo. Bueno en cualquier caso Geralt es un tipo que despierta sentimientos encontrados para bien o para mal.

Mientras decides en que lado estás tu aquí tienes una recopilación de la mejores frases de El Último Deseo de la saga Geralt de Rivia.

    • La más estigre de las estigres…
    • El miedo, como un viento helado,cubría cara, soldaba miembros, cegaba las gargantas.
    • ¿Por qué los zapateros son tan tontos Geralt?
    • El brujo clavó sus penetrantes ojos en el rey. No asintió, no movió la cabeza, no efectuó el más mínimo gesto. Pero Faltest lo vio. Supo la respuesta.
    • El mal es el mal Stregobor.Menor, mayor, mediano, es igual, las proporciones son convenidas y las fronteras difusas.
    • Al que aquí en Arcomare quiera vengar alguna ofensa con el yerro, se le toma por un vulgar asesino.
    • Quién sabe brujo, quién sabe. Existen argumentos que no se pueden refutar, existen proposiciones que no se pueden rechazar.
    • Hay cientos, miles de métodos a los que los reyes se aferran para vengar su orgullo herido.
    • Comprendí que el orgullo y la arrogancia, aunque son una defensa para ser diferente, son una lamentable defensa.
    • Naces una vez y una vez te mueres. Una buena filosofía para las pulgas ¿verdad?
    • Cabalgarán hacia el valle florecido al encuentro de la muerte, anhelando morir con dignidad.
    • ¿No puedo ahorraros problemas? Me tiraré de cabeza contra un tronco de pino y yo mismo me dejaré inconsciente ¿os satisface?
    • No me gustan las grandes palabras -dijo- y sin usar grandes palabras no se lo puede describir.

Fuentes
El último deseo Autor: Andrzej Sapkowski Editorial:Alamut

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Mitos y Cartas: Hefesto dios del fuego

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Hefesto, dios del fuego protector de orfebres y herreros, dios de la forja, los escultores y los metales. Era uno de los 12 dioses del Olimpo.

Según Homero Hefesto era hijo de Zeus y Hera; según Hesíodo era hijo de Hera en solitario en venganza porque Zeus tuvo a Atenea también en solitario. Hermano de Ares, dios de la guerra, Hebe e Ilitia.
Mitología Griega - Hefesto en su fragua
A lo largo de su vida tuvo varias esposas entre las que destacó Afrodita, diosa del amor, y varios hijos entre ellos Palemón, Caco, Erictonio, Árdalo y Perifete.

Entre sus hijos tambié podríamos contar a Pandora, la primera mujer, que fue creada por Hefesto a partir de arcilla.

Se le representa como un dios feo, desaliñado, lisiado y cojo, junto con su martillo, las tenazas o un hacha, trabajando en su fragua que algunos ubican en el mismo Monte Olimpo y otros en la isla de Lemmos.

Sus ayudantes eran los cíclopes y en su forja fabricó la mayoría de los objetos mágicos y poderosos de los dioses, semidioses y héroes.

  • El cinturón de Afrodita
  • El casco y las sandalias voladoras de Hermes
  • La égida y los rayos de Zeus
  • La armadura de Aquiles
  • El carro de Helios
  • El arco y las flechas de Eros
  • El casco de invisibilidad de Hades
  • El collar de Harmonía
  • El cetro de Agamenón

En la mitología romana se le conoce como Vulcano, dios del fuego.

Himno homérico a Hefesto

Canta oh musa melodiosa, a Hefesto célebre por su inteligencia,
a aquél que justamente con Atenea, la de los ojos de lechuza, enseñó aquí
en la tierra trabajos espléndidos a los hombres, que antes vivían en las
montañas, dentro de cuevas, y ahora, gracias a los trabajos que les enseñó
Hefesto, el ilustre artífice pasan agradablemente el tiempo, durante
el año, en sus tranquilas casas.

Leyendas de Hefesto

El nacimiento de Hefesto

Existen varias versiones sobre el nacimiento y la infancia de Hefesto, dios del fuego. En la más popular se relata que Hera al ver lo feo que era decidió arrojarlo fuera del Monte Olimpo. Hefesto estuvo cayendo durante nueve días y nueve noches hasta el mar donde fue salvado por Tetis y Eurínome que lo recogieron y cuidaron de él en la isla de Lemmos donde se convirtió en un gran maestro artesano.

En la otra versión Zeus y Hera estaban en medio de una disputa cuando Hefesto decidió tomar partido por su madre. Zeus enfadado lo cogió por un pié y lo arrojó fuera del Olimpo hasta la misma isla de Lemmos.

La venganza de Hefesto

Según cuenta la leyenda Hefesto nunca perdonó a su madre por haberlo arrojado fuera del Olimpo así que preparó para ella un trono de oro que le ofreció como regalo. Tan pronto como Hera se sentó en ese maravilloso trono quedó atrapada si posibilidad de levantarse. Ninguno de los dioses pudo liberarla así que finalmente acudieron a Hefesto que se negó a prestar su ayuda. Finalmente Dionisio consiguió emborrachar a Hefesto y devolverlo al Olimpo para que liberara a su madre.
Cuando Hefesto despertó y vio que se encontraba en el Olimpo exigió tomar como esposa a Afrodita, diosa del amor, como pago para liberar a Hera del trono.

Afrodita y Ares

Pese a ser la esposa de Hefesto, Afrodita tenía una aventura amorosa con Ares, dios de la guerra. Helios descubrió el engaño y le relató todo lo que había visto a Hefesto que decidió vengarse de los dos amantes. fabricó una red invisible en su fragua para capturarlos. Convenció a Afrodita que estaría varios días fuera mientras esperaba la llegada de Ares que no tardó en acudir. Mientras estaba en la cama Hefesto lanzó la red y capturó a los dos amantes que luego expuso a la burla del resto de los dioses. Según la leyenda Afrodita avergonzada se retiró durante un tiempo a una isla lejana esperando el perdón de su marido.

Hefesto en Guerra de Mitos

Hefesto, una carta con F3, PM9 y Coste 7, algo habitual en este tipo de cartas. Con las claves Dios y Guerrero tenemos abiertas muchas combinaciones con acciones o eventos que pueden beneficiar a nuestro personaje en el campo de batalla.
Mitología Griega - Hefesto en Guerra de Mitos
En fase de influencia podemos escoger entre crear un arma de +1F/+1PM y equipársela a un personaje griego o ganar +1P en una Herrería de nuestro oráculo. Esto puede representar una habilidad interesante si en nuestro ejército tenemos muchos personajes griegos o queremos subir rápido un par de herrerías. Sin embargo parece que no ha tenido demasiado éxito en los torneos.

En el análisis del Refugio del Atlante podrás encontrar mucha más información sobre el dios del fuego. pero si quieres verlo en acción aquí tienes un mazo para empezar a practicar con él.

¿No has jugado nunca a Guerra de Mitos?
Consulta nuestra Guía para aprender a jugar a Guerra de Mitos en menos de 15 minutos


Fuentes

Libros Consultados
Mitología del mundoAutor: Roy Willis Editorial: Blume
Mitología Autor:Janet Parker Editorial:RBA
Greek and Roman Mythology A to Z Autor: Kathleen N. Daly Editorial:Chelsea House
Historia antigua universal II. El mundo griego Autor: Pilar Fernández Uriel Editorial: UNED
Breve historia de Grecia y Roma Autor: Pedro Barceló Editorial: Historia Alianza Editorial
Himnos Homéricos Autor:José B. Torres-Guerra Editorial:Cátedra

Enlaces
Guerra de Mitos el juego de Cartas
El Refugio del Atlante, exprimiendo las cartas del juego

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Fuerza de Mascarón: Misión cumplida

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Capítulo 18 Fuerza de Mascarón: Misión cumplida

La Orgullo navegaba abandonada a su suerte. Con el horror y la desesperación campando por la cubierta habíamos olvidado nuestras responsabilidades, esas que cualquier buque exige de manera permanente. Yo mismo tenía mi parte de culpa: durante el acto final del combate entre Marco y la criatura me había quedado hipnotizado, contemplando esa lucha increíble. Como resultado de ello había dejado sin supervisión directa a los mascarones. De esa manera los titanes de madera se habían dejado llevar por la inercia, que acabó impregnando de caos sus movimientos. Las estatuas seguían bogando, pero lo hacían de una manera desmañada. Los remos golpeaban unos contra otros, a veces llegando no a ciar pero sí a palear en vertical las aguas. Ahora, demasiado tarde, comprendía que el hechizo para poder contemplar aquel duelo había debilitado mi vínculo con las estatuas. Tanto que éste había acabado por quebrarse.

¿Cuánto tiempo permanecieron solas las estatuas, sin una mente que dirigiera las energías que recibían? Aquella falta de control podría haberlas dañado, tanto o más que el abandono de los últimos años.

Sobre la cubierta todavía seguía flotando el títere espía. Retorcí la mano izquierda en un gesto rápido, destejiendo al fisgón reprimiendo una maldición. ¡Cómo me arrepentía de haberlo conjurado! Más me hubiera valido centrarme en mis chicos, confiar en el viejo Larsenbar y en el resto de la tripulación para manejar los problemas sobre cubierta, para que nos defendieran…. ¡Yo sólo me debía a los mascarones, no al espectáculo! Al fin y al cabo, ¿en qué había ayudado yo? En nada. A lo sumo en hacer que todos peligráramos más si cabe. Y a insubordinarme ante el capitán.

Más allá de las amuras se repetían los golpes de las palas contra el agua. Carecían de cadencia, de ritmo alguno. ¡Cuán caro podría haberle salido a mis chicos mi distracción! Si no hubiera querido ver cómo se desarrollaba el combate, si hubiera permanecido volcado sólo en ellos.
Relatos de Fantasía - Barco Navegando
El dolor regresó a mi puño en toda su indescriptible intensidad tan pronto como volví a centrarme en los mascarones. Lacerante, parecía que el corazón de mi diestra bombeaba ácido puro, incandescente al tiempo que gélido. La esfera de energía, que con el abandono se había encogido y deformado, saltó recuperando el radio que había lucido en su máximo esplendor. El estallido ocurrió con tal brusquedad que me arrojó al suelo. Notaba cómo la burbuja se apoderaba de mí: encerraba casi todo mi brazo, con el segundo corazón palpitando a trompicones asmáticos, luchando por organizar las energías que recibía. La runa de vida, despertada tras su letargo, vomitaba una tormenta de fuego azul. La ventisca de rayos golpeaba furiosa las paredes de la burbuja de fuego pugnando por romperlas. Sus lenguas color cobalto intenso lamían me la piel del brazo y la del costado. El olor, punzante y terrible, de mi propia carne quemándose fustigó mi nariz. ¡Nadie lo diría, pero el hedor de uno mismo consumiéndose no tiene nada que ver con el que producen los otros! Posee una indefinible esencia, una cualidad horrible que, luciendo una sonrisa de labios cauterizados, susurra tu nombre. El hedor de mi propia combustión tapaba incluso el de Marco y la criatura.

La runa me consumía. Olvidada en mi puño, el símbolo había retenido la energía de los dioses. Sola, la runa había gestionado las fuerzas de esa manera que sólo las realidades dotadas de una brizna de Voluntad pueden manejar. No con inteligencia, tampoco con mesura. Mucho menos con salvajismo. Lo había logrado con algo que sólo se puede adivinar cuando se escucha la Melodía de la Canción de la Realidad. Algo incomprensible para el común de los mortales, sólo accesible a los más sabios. Por supuesto yo no me hayo entre ellos. Sólo sé que la runa en mi ausencia hizo algo con las energías, algo que me salvó de morir triturado por su poder. Las había aplacado como podía, suministrando parte de ellas a los mascarones. Pero aquello no había bastado. Ahora, de nuevo vinculada a mí, se liberaba de toda responsabilidad y soltaba su furia. Traté de someterla, dominarla. Notaba cómo las fuerzas de Animación retorcían mi carne, mis huesos: los tejidos pulsaban mientras las energías los desgarraban y remodelaban. Por un instante recordé las leyendas de los vol–señores de Efímera, expertos en consunción. Se creía que tenían habilidades especiales y horribles para moldear a su gusto la carne y el alma de los mortales. ¿Esa mítica técnica se parecía a lo que ahora padecía? ¿Y los sujetos sometidos a ella debían soportar un sufrimiento como éste?

Cerré los ojos y traté de relajar mi cuerpo. Tendido como estaba sobre el maderamen no debía permitir que los fuegos de la esfera entraran en contacto con los listones. Levanté el brazo en vilo, apunté al cielo y me concentré. Debía dominar los flujos. Mi visión interior los mostraba como ríos de aguas tumultuosas, unas aguas que poseían el irrefrenable impulso destructor de la lava.

Empecé a musitar las letanías aprendidas en el Templo Escuela. A ellas unía grafos retorcidos y gestos mentales. Creaba circunvoluciones de ideas siguiendo técnicas interiorizadas tras cientos, miles de horas de entrenamiento en el templo. Por fin logré crear unos diques que dirigieran esos los torrentes de energía salvaje: ya no destruían mi carne sino que fluían hacia sus destinos, los mascarones.

–Gustaff. Gustaff…

La voz sonaba distante, como surgida de un sueño.

–Está bien, ¿señor Gustaff? Ya ha pasado ­–Larsenbar. La voz pertenecía al capitán–. Nos hemos deshecho de la criatura, hemos dejado atrás la cazador. Todo ha pasado, señor Gustaff.

Gracias a usted.

Aquellas palabras me obligaron a volver a abrir los ojos. Me encontré con el viejo arrodillado a mi lado. Su rostro volvía a irradiar seguridad y frialdad. Sólo el brillo en sus ojos denotaba emoción: en concreto satisfacción. Me estaba tendiendo su diestra.

–Levante, señor Gustaff. Usted ya ha cumplido.

La mano me invitaba a levantarme. Le agradecí el gesto, tomé su mano e impulsado por él me puse en pie.

Más allá del viejo la Orgullo regresaba a la normalidad. Las arboladuras volvían a estar engalanadas con hombres arriando el paño sobrante. Otros marineros, tirando de sus amarras, orientaban las vergas para que recogieran el ahora suave viento con la mayor eficacia posible. Un pequeño grupo armado con fregonas y cepillos limpiaba los restos de sangre (blanca y rojiza) que manchaban en el suelo de popa. Los dos encargados de los braseros asfixiaban las brasas con cubos de agua. En el de estribor efectuaban esa tarea con especial delicadeza y cuidado: en parte se quería homenajear a Marco, al héroe ya difunto; pero de igual manera se deseaba conservar todo lo que hubiera quedado del engendro para un posterior estudio en Ashrae.

Mis ojos ascendieron de la arboladura al cielo que se ocultaba más allá. Con lentitud iba ganando un agradable tono dorado. Un puñado de nubes dispersas, corriendo hacia Poniente, era lo único que manchaba el tapiz celeste. Las nubes de formas largas y desagarradas parecían apresurarse, como si huyeran de algo. O del recuerdo de una presencia horrible. El cazador.

El vigía ocupaba de nuevo su puesto en la cofa del mayor. Le vi con su gorra de visera calzada, escudriñando con especial atención el horizonte a nuestra popa. Callaba. Bendito silencio el suyo: no había vela alguna a la vista, ni amiga ni enemiga. Noté como una cascada de refrescante alivio recorría mi espalda haciéndome temblar. Más vale solo que mal acompañado.

–Señor Gustaff. Su brazo…

El dolor había remitido, pero un escozor sordo se mantenía tanto en la mano como en el resto de la extremidad. Alcé la mano ante mi rostro, en parte temeroso de lo que me podía encontrar. La esfera de fuego había reducido su diámetro, llegando ahora sólo hasta mi codo. La parte de brazo que había quedado descubierta tenía un aspecto que sólo podía calificar como preocupante. Se había vuelto rugosa y granulosa, como cuero podrido, y de un color grisáceo con vetas de verde sucio. No se parecía nada al resto de mi cuerpo. Incluso la piel costado, aunque irritada e hinchada por la quemazón, mantenían su aspecto humano. Humano, un calificativo que ya no se le podía dar a lo que colgaba de mi hombro. El cuero podrido de mi brazo se estaba resecando y escamando a ojos vista. Ante la atenta mirada mía y del capitán la piel se agrietaba tejiendo una especie de red. Por las grietas empezó a manar un líquido acuoso.

–Esto se lo deberemos tratar el contramaestre o yo mismo, señor Gustaff. En el alcázar. Y debe descansar. Tanto usted como sus mascarones.

Apenas le escuchaba, contemplando cómo el icor que surgía de mi piel descendía por mi brazo hacia la esfera de fuego. El líquido atravesaba sin problema alguno (ni chisporroteos ni vaharadas de vapor) la burbuja de llamas. Dentro de ella mi segundo corazón y la runa de vida continuaban latiendo.

El dolor en mi brazo había cambiado de matices, pasando del dolor insoportable a un ardor lacerante pero que podía manejar. Ahora, quizá por la acción del líquido que salía de las grietas en mi piel, empezaba a notar una inquietante sensación de humedad en el segundo corazón. Por un momento pensé que me estaba dominando el flujo de Zuhlhu, el guardián del mar. Aquello carecía de sentido: ambos flujos, de Zuhlhu y de Thxotugá, estaban equilibrados, dominados tanto por el segundo corazón como por su runa de vida. No podía dominar uno sobre otro.

Focalicé mi atención en la runa. Su resplandor azulado al fin empezaba a perder fuerza. Aun así seguía palpitando, sólo que ahora lo hacía con destellos más arrítmicos y sincopados. Eso parecía indicar que la runa, pese a su propia Voluntad, no lograba trenzar bien los dos chorros de energía. Algo por otro lado lógico, dado que el encargado natural de esa labor era el tutor de mascarones, yo. ¿Desde cuándo sucedía esto? La corriente circulaba deshilachada, con un componente de caos superior al tolerable. La culpa de ello sin duda recaía en mí: había abandonado mis labores de supervisión del proceso. Yo mismo había provocado el problema. Esa descompensación en los flujos podría haber puesto en peligro a los mascarones y de paso a la misma Orgullo. Por fortuna mi carne debía haber actuado colmo filtro, llevándose lo peor. La mano y el brazo moldeados por esa punzada de caos aleatorio podían suponer un precio muy bajo a pagar en comparación que lo podía haber sucedido. Rezaba porque los mascarones no estuvieran afectados.

Con esfuerzo reorganicé el desastre: murmuré plegarias de sumisión y de control, tratando de apaciguar los flujos. Esa tarea me obligó a sumergirme en el caos de los flujos de pies a cabeza. Zambullendo mi alma en ese río me resistí a que su corriente me arrastrara. El esfuerzo se clavaba en mis nervios con frías dentelladas, trepando del brazo a mi columna y de ahí a la cabeza. Por unos instantes, o lo que a mí se me hicieron instantes, noté cómo me convertía en un mascarón más. Mi cuerpo creyó estar tallado de una única pieza de madera, una estatua sagrada y ungida con óleos secretos. Recibía y procesaba las energías ya no sólo con mi segundo corazón, sino también con el primario e incluso con todo mi cuerpo. Mi mente, reducida a algo testimonial, se limitaba a intentar sintonizar con la Canción, buscando melodía en el caos. La esencia básica de la realidad resonaba en cada recoveco de mi carne –las vetas de mi madera–, tamborileando sobre mis huesos –nudos y vasos de savia cristalizada–. La sensación de caos decrecía con lentitud a medida que la Canción se imponía. Las aguas volvían a su cauce, y con ellas los últimos remanentes de dolor remitían.

Regresé a la realidad de la cubierta de la Orgullo de Ashrae más agotado que nunca, pero ya con los flujos bien trenzados. Las estatuas recuperaron el ritmo de boga.

–Señor Gustaff, ya basta. Ya no hace falta más impulso.

Claro. Sí, el viejo me lo había dicho: que mis chicos dejaran de remar. Pulsé los hilos, de nuevo homogéneos y coherentes, que me unían con los dos poderes. Ejecutando la salutación ritual agradecía a los poderes su auxilio. Las hebras se diluyeron: una se hundió regresando al seno del mar; la otra ascendiendo perdiéndose en el cielo de la mañana. Los mascarones quedaban libres de la influencia de los dioses.

–¡Gustaff! Por los dioses, ¿qué hace?

–No se preocupe, capitán: en mi puño conservo energía suficiente como para animarlos hasta sus nichos –respondí con la voz más firme que pude sacar. Sabía que estaba ejecutando una maniobra arriesgada, pero prefería devolver a mis chicos a sus nichos sin el influjo de los dioses: tras comprobar el nivel de caos que habían soportado temía que recibieran más sobrecargas. Una sola más los haría peligrar. Y a mí con ellos.

Aun así el capitán debía dejar clara su postura:

–Sabe que esa maniobra es muy arriesgada. Y va contra el reglamento.

En los ojos del viejo se adivinaba una leve amenaza.

–Señor, lo grave ya ha pasado. El engendro está muerto y del cazador no queda ni rastro. La misión está cumplida.

–Retire a sus chicos. Le quiero ver de inmediato en el alcázar. Para estudiar ese brazo suyo derecho… y para hablar de más cosas.

–Por ejemplo ¿de Marco? ¿Me va a explicar lo que ha sucedido?

Larsenbar entrecerró los ojos.

–En la medida que pueda, sí.

–¿En la medida que pueda?

–Señor Gustaff, soy el capitán de esta nave, el responsable de toda su tripulación y su cargamento. Pero no soy un dios omnisciente.

–Con todos mis respetos –insistí recalcando la palabra, aunque la actitud que había demostrado al inicio de la crisis le había hecho descender en mi escalafón de respetabilidad–, señor: usted es un maestro.

–Un maestro. Y un hombre. No lo olvide, Gustaff. Todos a bordo somos hombres. Falibles. Le contaré mis sospechas relativas a Marco. A él y a su extraña mascota.

Pero ahora haga descansar a sus chicos, por favor.

No había más que discutir. Me volví hacia el mascarón maestro.

–Parad. Soltad los remos.

Los colosos respondieron con movimientos secos, bruscos. Las seis manos soltaron los remos, que quedaron tendidos sobre la cubierta como enormes gusanos petrificados. Impulsados por la inercia de las aguas todavía oscilaron arriba y abajo un par de veces más. Mientras eso ocurría se podía oír los crujidos de la madera al retorcerse en sus músculos, recuperando posturas más relajadas.

Por fin los remos se detuvieron. Sin que diera tiempo a respirar varios miembros de la tripulación empezaron a desencajar las pasarelas. Los remeros habían acabado su labor. Ahora les llegaba el momento de descansar.

Juan F. Valdivia

Foto Juan F. Valdivia Me considero un lector casi compulsivo de terror y ciencia ficción (de fantasía menos, pero que mucho menos). Sin embargo a la hora de escribir tiendo más a la fantasía con toques oscuros, siempre lejos de pastiches tolkienianos. Quizá se deba a que ese terreno ambiguo me permite redactar textos con mayor comodidad y libertad.

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Survival Zombie: Zombies y Municiones

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Survival Zombie: Lost Archives son una serie de posts ficticios basados en los Real Games de WRG y las Survivals Zombies organizadas por todo el territorio español.
Cornelius Tamphels, es el encargado de investigar cada nuevo brote y su misión es descubrir porque, cuando y dónde tendrá lugar el siguiente.
Si quieres participar te recomiendo que consultes la página oficial. www.survivalzombie.es dónde encontrarás, todas las fechas y lugares de las siguientes infecciones.

 

Los preparativos de la boda ya estaban muy avanzados. Ramos de flores en la avenida principal por donde iba a llegar la comitiva nupcial, sillas, muchas sillas, de un blanco impoluto, adornadas con un elaborado lazo que había mantenido ocupados a gran parte de los voluntarios que se habían prestado a ello. Y luego estaba esa alfombra de un rojo sangre, intenso, que casi dolía al pisarla. En realidad habían sido solo dos metros y medio de alfombra, pero que alfombra. El alcalde había invertido todo el presupuesto de sanidad y educación en conseguir esa maravillosa alfombra. La boda se estaba convirtiendo en uno de los eventos más esperados del año. La gente volvía a recuperar la ilusión después de los accidentes de Sot de Chera y seguro que muchos medios de comunicación acudirían al lugar. No le iban a pillar desprevenido. Su futura carrera como ministro de algún departamento acababa de empezar.
Survival Zombie - Boda Zombie
Quizá fuera por todos los preparativos, o por la cantidad de personal que había trabajando los últimos detalles, o por el discreto color verde militar del camión con las iniciales WRG en la parte posterior. Sea como fuere nadie presto demasiada atención a nuestra llegada a Chera. La gente iba y venía de la carpa con canapés recién hechos y todo tipo de aperitivos, era un hervidero de actividad. El escenario para los músicos y la barra libre no se quedaba atrás y las furgonetas con material iban y venían sin descanso.

Pese a que el evento se había anunciando con casi un año de antelación eran inevitables las prisas de última hora. Y ellos lo sabían.

Nadie iba a hacerles preguntas. Nadie repararía en su presencia. Cada vez se estaban volviendo más osados, más descuidados, como el depredador que sabe que su presa no puede escapar. Este parecía el escenario perfecto para otra masacre de La Corporación. No hacía ni un mes desde sus últimos experimentos en Collado Villalba y ya volvía a estar en marcha. Demasiado rápido esta vez. Demasiado pronto.

El camión frenó en seco cerca de las afueras.

Cornelius llevaba horas encerrado en esa maldita caja de madera y el camión apestaba a carne podrida como si alguien se hubiera dejado abandonado un bocadillo de chope en el asiento trasero. El único problema es que no había asiento trasero.

Eso y los gruñidos, casi inaudibles pero constantes, que salían de algunas de las cajas cercanas pusieron a Cornelius en alerta. ¿Por qué se iba a molestar La Corporación en trasladar zombies en cajas, protegidos como si fueran un jarrón chino o una tele de plasma de 123 pulgadas?

Los zombies no se rompen, y aunque se rompan, eso les da su característico y asqueroso aspecto. ¿Alguien se imagina un zombie con traje y corbata? ¿Sujetando con la mano derecha un maletín René-Cartier? Malo para el negocio señores, un zombie tiene que provocar pánico nada más verlo. Hubiera sido mucho más sensato, aunque menos discreto, llevarlos atados con unas cuerdas del parachoques posterior. Eso les hubiera dado un aspecto impresionante a su llegada y muy probablemente tampoco nadie se hubiera dado cuenta.

Entonces ¿porque estos zombies viajaban en primera clase? ¿Una nueva sorpresa de WRG?

Los pasos de dos militares acercándose sacaron a Cornelius de sus estúpidos pensamientos. Nunca había sido demasiado bueno sacando conclusiones. Si lo hubiera sido tal vez ahora no se encontraría dentro de una caja que solo podían abrir los militares. Unos militares que casualmente le buscaban para poder experimentar todo tipo de torturas e inyectarle todo tipo de virus en su cuerpo.

Definitivamente esta no había sido su mejor idea.

-Soldado Fernández, esas cajas las necesitamos para hoy. Y usted soldado Fernández espabile. No hemos venido hasta aquí para hablar del tiempo. Y desde luego no tengo intención de quedarme cerca de esas cosas ni un minuto más de lo necesario. Montamos el campamento, dejamos las provisiones, las municiones y a los sujetos dentro del congelador y nos piramos cagando leches. Luego ya se encargarán los mercenarios y el equipo Alfa-Omega.

-Vamos Fernández ayúdame con esta caja de municiones.
-Joder como pesa…espera,espera…joder que se resbala.
-Ahh, maldito inútil…pero..ehh, que es eso, un infectado corre…
-Un infectado en la caja de municiones, joder esto es…
-No te quedes ahí parado estúpido coge el lazo. Si ven que hemos puesto una de esas cosas con las municiones se nos va a caer el pelo. Y si sale de aquí antes de la hora prevista puede ser mucho peor. Rápido hay que meterlo en el congelador con los otros.


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La reina de los escorpiones por Sergio García

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El camino pedregoso hacía tropezar a la columna de esclavos. Los carros rebotaban contra el firme, los caballos tiraban con dureza y se afanaban por arrastrar la pesada carga de hombres y mujeres apresados en los límites del imperio. Los desafortunados esclavos que no entraban en los carruajes, eran atados con largas cuerdas y arrastrados por la fuerza de la imparable columna. El chasquido de los látigos restallaba entre la enorme polvareda del camino y algunos prisioneros se derrumbaban exhaustos. El calor les había hecho llegar al límite y nada podía ya levantarlos, sus cuerpos se arrastraban sin que nada pudiera detener la comitiva.

Oigres estaba herido. Mientras combatía recibió un feo corte de más de un palmo. Se veía el interior desgarrado del músculo pectoral. La infección se había extendido, el polvo y la suciedad habían ayudado a que los vendajes no estuvieran limpios, y aunque poco les importaba a sus captores que siguiera con vida o no, su valentía y su destreza con la espada le habían salvado la vida, al menos de momento. Deliraba, un sudor frío recorría todo su cuerpo, y su visión iba y venía al son de su consciencia. Varios destellos iluminaban su mente cada vez que volvía del mundo de Morfeo, o cuando los desvaríos y las alucinaciones le permitían distinguir lo que pasaba a su alrededor.

El cielo azul con alguna nube dispersa. Mucho polvo y un tremendo ataque de tos. Un rostro que lo miraba y le hablaba, pero no oía sus palabras. De nuevo el cielo y un fuerte traqueteo que le hacía retorcerse de dolor. El ardor de la herida. El mismo rostro, el bello rostro de una mujer de hermosos ojos claros.
Relatos de Fantasía - Escorpión
—    No te muevas —Las palabras le llegaron nítidas—. ¡Yo cuidaré de ti!

Recogió de su boca una especie de pasta que estaba masticando, la aplastó con los dedos y la introdujo en la abertura de la herida. No le habían dejado coser el corte, tenían mucha prisa por proseguir la marcha hacia su siguiente destino. Aquella mezcla rellenaba el hueco dejado por el filo de la espada y evitaba que la infección fuera a peor y la herida se ensuciara más de lo debido, aunque el vendaje seguía siendo el mismo. Oigres giró la cabeza y antes de desvanecerse le pareció ver una figura arácnida corretear cerca de su herida.

Se despertó sobresaltado, era de noche y parecía que habían acampado. Ya no sudaba, pero el dolor no remitía. Algo correteó cerca de su ombligo y se disipó bajo las sombras que reflejaban las hogueras del campamento. Ella apareció de nuevo, su tez ya no parecía tan pálida en la oscuridad, en cambio, sus ojos brillaban con la misma intensidad, con una claridad pasmosa. Le recostó con cuidado y le examinó la venda. Los fluidos que supuraban de la herida se habían secado en parte y la tela del apósito se había pegado a su cuerpo. Oigres echó un vistazo y lo que vio no le pareció nada alentador, la herida tenía muy mala pinta.

—    No te preocupes —le dijo ella en un tono conciliador, la mujer sabía lo que hacía—, está mejor de lo que tú te crees.

La figura arácnida tomó forma con una aterradora cola bajo un gran aguijón plegado. La criatura se le acercó observándole con los dos enormes ojos. Con un rápido movimiento el aguijón se incrustó en el mentón, fruto del latigazo, Oigres notó cómo se le paralizaba parte de la cara y, poco a poco, esa sensación le bajó hacia el torso, hasta la herida. La mujer se quitó un collar que anillaba varios aguijones de escorpión de diferentes formas y tamaños. Eligió uno de los más grandes para poder juntar la herida por los extremos. Cuando fijo la carne con el aguijón, buscó uno mucho más fino dentro de su collar, casi tanto como una aguja. Con la punta empujó hasta traspasar el corte y con la mano tiró fuerte del hilo hasta darle una buena puntada que remató con otra, para que los puntos fueran mucho más fuertes. En poco tiempo, pudo coser la herida y ponerle una cataplasma con una solución a base de una sustancia viscosa, excretada por varios escorpiones que correteaban a su alrededor. Oigres sentía cierto alivio al ver que había terminado. Aunque no le había dolido, se le revolvían las tripas sólo de ver a la mujer ahondar dentro de su herida.

—    ¿Estás mejor? —se interesó. Oigres asintió—. La infección se ha extendido y la fiebre es alta.
—    ¿Quién eres? —balbuceó.
—    Me llamo Mel. Me capturaron igual que a ti.
—    ¿Dónde estamos? —Oigres estaba desorientado, notaba cómo volvía poco a poco al mundo de los sueños.
—    Eso da lo mismo. Allí donde vamos sólo nos espera dolor y tristeza. —Mel le vio cerrar los ojos—. Descansa, te harán falta todas tus fuerza.

Llegaron a una vieja fortificación enclaustrada en la roca. Un enorme corredor horadado por el antiguo cauce de un río llevaba hasta lo alto de un enorme puente de varios arcos que se internaba en el inmenso torreón. La explanada del puente se abría ante un portón de hierro, guardado por dos fastuosas estatuas que daban paso al recinto amurallado. Toda la construcción aprovechaba a la perfección la forma de la piedra, una montaña de roca viva. El convoy se detuvo y los hombres comenzaron a repartir a los prisioneros. Los cuerpos inertes eran arrojados a un foso central, situado en el patio, donde dos enormes bestias esperaban impacientes los despojos de los cautivos arrojados desde el patio. A los prisioneros que aún podían caminar, los llevaron a través de unas escaleras laterales hasta unas mazmorras que asomaban a la derecha, justo por debajo del puente.

—    ¡Llevad a éste ante el Rey Dios!

Mel miraba al oficial con desaprobación. Oigres se encontraba profundamente enfermo, la infección se había extendido por todo su cuerpo y la fiebre le había llevado al límite de sus fuerzas, aún así se resistía a cruzar al más allá. Los esfuerzos de su improvisada enfermera no habían conseguido dar los frutos deseados, tan sólo paliar los intensos dolores que sufría. Mel se interpuso entre los soldados y el cautivo.

—    ¿Pero es que no veis cómo está? ¡No puede moverse!
—    Si no puede andar. ¡Al foso! —el oficial fue tajante.
—    ¡Dejadme al menos que le acompañe!, si le quiere ver el Rey Dios no creo que sea muy recomendable que le arrojéis a las fauces de esas bestias ¿no creéis?
—    ¡Está bien!, pero haz que se levante cuando esté delante de nuestro señor o los dos acabaréis como cena de los Fehus. — dijo señalando a las enormes bestias que se estaban dando un banquete a costa de los cuerpos de los prisioneros.

Mel se acercó a Oigres, quien se encontraba muy debilitado. Lo incorporó y le hizo ingerir un espeso brebaje. El elixir surtió un efecto instantáneo, al menos para recuperar la conciencia. El cuerpo en cambio se convulsionaba por la intensidad de la pócima ingerida, era como si un potente veneno recorriera su cuerpo y ejerciera su trabajo a destajo. Pasaron unos minutos de sufrimiento hasta que los temblores cesaron y el hombre cayera desplomado, entre sudores fríos, bajo los brazos de la mujer. Mel le secó el sudor y avisó a uno de los soldados. Ambos se pusieron en camino escoltados por los mismos guardias que los habían llevado hasta allí.

Ascendieron por el torreón, la construcción principal que se elevaba decenas de pies sobre aquella colina de piedra situada al comienzo una enorme cordillera. Las escaleras se enroscaban a las paredes exteriores. La torre era hueca en su interior y dividida en dos niveles.  Llegaron al último de ellos, el tejado del torreón. Una escolta les dejó pasar después de bajar unos peldaños. La plaza circular estaba rodeada por varias gradas y un trono central, sobre el que se sentaba la figura acorazada del dueño de aquellas tierras, el Rey Dios.

Nadie le había visto nunca. Su aspecto era una incógnita, pero la leyenda hablaba de un brujo, del espíritu de un brujo atrapado en el cuerpo de un gigante envuelto en una armadura mágica, que absorbía la fuerza vital de los prisioneros que llegaban hasta la fortaleza, permitiéndole vivir eternamente.

—    Éste es el hombre que con tanta fuerza se defendió cuando le capturamos, mi señor. —Oigres no parecía gran cosa en ese estado—. No sé ni cómo ha sobrevivido al viaje.
—    ¡Buen trabajo comandante! —tronó la voz desde detrás del casco—. Será un excelente aperitivo. ¿Quién es la mujer?
—    La encontramos en Lutan, fue la única superviviente —El Rey Dios le miró extrañado—. Se resistieron demasiado y sus órdenes eran claras. Si no se pueden hacer prisioneros, sin prisioneros.
—    ¿Y?
—    Lo arrasamos todo. Ella lo ha mantenido con vida.

El Rey Dios se acercó hasta Oigres, pero antes de que pudiera hacer nada desfalleció y se desplomó quedando tendido en el suelo. Mel no se movió ni un ápice, su rostro había cambiado. Había rabia en él. Odio. No le quitaba la vista de encima.

—    ¡Tú fuiste el que exterminó a mi pueblo! —dijo enfurecida—. Te conozco. Conozco tu reputación, pero jamás pensé que te atrevieras a ir tan lejos sólo por tu codicia. La inmortalidad. Tu deseo de vivir para siempre te ha llevado demasiado lejos, y yo he sido una estúpida al pensar que jamás nos llegaría tu voracidad.

—    Es una pena que el pueblo de los escorpiones se haya extinguido, siempre han tenido fama de tener un espíritu fuerte, sus cuerpos me habrían hecho vivir muchos años —se burló—. Me tendré que conformar contigo.

El Rey Dios alzó el frágil cuerpo de la mujer y un haz de energía comenzó a fluir a lo largo de su cuerpo hacía la armadura, era como si su vida se estuviera disipando y sus fuerzas fueran absorbidas por aquel ser del averno.

Entre convulsiones, Oigres se levantó. Ya no parecía el mismo, sus ojos se habían enrojecido y su piel palidecía en tonos grisáceos. Jadeaba. Su cuerpo se había transformado para siempre y ya no dominaba su mente. Una enorme cola de alacrán le surgió de la espalda y para cuando el Rey Dios quiso reaccionar, el aguijón le había atravesado el peto de la armadura y el veneno circulaba por todo su cuerpo. El cuerpo y la armadura se desplomaron soltando a la mujer.

—    Soy la reina de los escorpiones —le susurró acercándose a su oído—. Tú destruiste mi pueblo, destruiste una raza, y yo he creado una nueva para ti —fueron las últimas palabras de venganza que oyó antes de morir.

Sergio García

Foto Sergio GarcíaAficionado a la fantasía épica y a la historia, tanto en cine como en novela, ha crecido leyendo a Tolkien y Massimo Manfredi entre otros. Su formación técnica en informática no le ha impedido dejar volar su imaginación y lanzarle a plasmar sobre el papel la magia de sus propios mundos, guiado por la creatividad y las ganas de compartir nuevas historias.
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Mitos y Cartas: Griegos

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Durante estas últimas semanas hemos ido paso a paso, dios a dios, descubriendo leyendas y secretos de los dioses de la mitología griega. Hemos descubierto como Hefesto, un dios feo y lisiado, consiguió casarse con Afrodita, diosa del amor y una de las más bellas en el Olimpo. Pero también hemos sido testigos de traiciones y venganzas divinas, en eso los griegos eran los mejores y Zeus mantenía el pulso firme cuando se trataba de castigar a humanos o de arrebartarle el trono y la vida a su propio padre. Aunque los otros dioses del Olimpo, Poseidón, Hades, Ares tampoco se quedaban atrás en esta labor.

Sea como sea esta fue una cultura y una mitología que posteriormente los romanos supieron adaptar muy bien a sus tiempos y de la que aprovecharon prácticamente todo el panteón griego en su propio beneficio con solo pequeños cambios de nombre y algún ajuste.

Si eres de aquellos rezagados que se han perdido alguno de los artículos de este mes la ira de todos los dioses del Olimpo y todas las maldiciones del inframundo caerán sobre ti y creeme, conociendo el carácter de los dioses griegos es algo que no te va a gustar. Sin embargo aún estás a timepo de salvar tu pobre alma mortal, aquí los tienws todos de nuevo. Ya me lo agradecerás luego ahoradate prisa antes de que algún dios decida que tienes que sujetar todo el peso del mundo con tus brazos o que algún ave carroñera debe comerte el hígado una y otra vez cada día hasta el fin de los tiempos.
Espero que disfrutes de ellos tanto como nosotros.

Mitología Griega - El triumfo de la Civilizacion

Y la próxima semana empezaremos a hablar de los celtas, una cultura llena de misterios y sobras que provocan gran fascinación entre todos aquellos que se adentran en su mundo. Si quieres empezar a conocerlos te recomiendo este artículo sobre los símbolos celtas y su significado.

Dioses y héroes en la mitología griega

Dioses de la antiguedad, Egipto, Grecia y Roma

La Odisea

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Fuerza de Mascarón: El Descanso del Mascarón

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Capítulo 19 Fuerza de Mascarón: El descanso del mascarón

–Regresad a los nichos.

No tuve que repetir la orden. Las cuatro enormes manos del mascarón maestro se apoyaron en la cubierta. Parecían las patas de una imposible araña de madera. Los brazos elevaron a pulso el enorme cuerpo, que emergió como un todo rígido desde el fondo del trono. Le costó más de lo normal sacar las piernas del orificio: su juego de rodillas, que de estar en óptimas condiciones daban a la estatua una movilidad muy superior a la de un hombre, apenas podían flexionarse. Con una dificultad que casi se podría decir artrítica, primero uno y después el otro, los dos enormes pies se anclaron en la cubierta. El gigante volvía a erguir su enorme figura sobre el maderamen. Con un pequeño retraso frente a su líder, los dos escoltas hacían lo mismo.

Durante apenas un parpadeo los tres mascarones se quedaron parados. Pero la orden estaba dada y sólo admitía una lectura. El mascarón maestro la acabó de asimilar y dio un primer paso hacia proa. Se movía con una lentitud casi dolorosa. El escolta de popa le seguía unos pasos detrás, mientras el de proa aguardaba a que su líder le rebasara. Cuando el mascarón maestro pasó junto a su subalterno quedó clara la diferencia de estatura: el maestro le sacaba al otro casi una cabeza.

Con el mascarón maestro ya a frente los tres colosos se adentraron en el combés hacia proa. Andaban rígidos, como maniquíes oxidados. ¿Qué había quedado de esos movimientos elegantes y fluidos con los que se dirigieron a sus tronos cuando la pesadilla empezó? Parecían otros mascarones, unos a punto de morir. Ya no lo podía negar: mi descuido, mi imperdonable descuido, los había deteriorado más aun de lo que me imaginaba.

Todo por querer contemplar aquel combate.

La culpa recae en el viejo: él te obligó a usarlos pese a tu reticencia.

¿Quién había dicho eso? La voz apagada y sibilante no parecía surgir de ningún lado.

No hacían falta. ¿Acaso Marcos recurrió a ellos para vencer al dios?

La voz seguía sonando. Y lo hacía desde un punto en mi nuca. Me giré pero no descubría nada salvo la mirada inquisitiva del capitán, que me observaba desde la base del palo de mesana.

–Señor Gustaf. ¿Sucede algo?

–Eh… no, señor.

El viejo te ha obligado a usar los mascarones, pese a su estado.

Volvía a girarme. No podía permitir que Larsenbar descubriera mi sorpresa. La voz. No callaba. Me susurraba en un tono que creía se me hacía familiar. Creía que lo podía identificar. Pero seguía hablándome.

Usar los mascarones tiene un precio. Más aun cuando se han utilizado con un fin blasfemo: escapar de una nave gobernada por dioses.

Hablaba de dioses. La voz parecía admirar a las abominaciones del buque pirata. Llamaba dioses a esos engendros, a esas criaturas como la que tantas vidas habías segado entre nuestra tripulación. Dioses.

Entonces identifiqué la voz. Esos susurros confidentes y tendenciosos pertenecían Lork.

Pero mi mugriento ayudante de bauprés no estaba por ningún lado. De hecho, ¿dónde se había escondido? ¿Y cómo hacía para hablarme desde su escondite? ¿Le envolvía otro secreto, al igual que parecía ocurrir con Marco y Jinx?

Desde que el engendro había hecho acto de presencia no había vuelo a ver a Lork.

Los mascarones avanzaban con dolorosa lentitud. Estaban a punto de rebasar el trinquete y adentrarse en el castillo de proa. Sus movimientos tan lentos me permitían dedicar un instante a hacer memoria, a intentar dar una explicación a esa voz fantasma.

Con la conmoción del abordaje la atención de toda la tripulación se había centrado en esa forma blanca en la borda de popa. Pero cuando Larsenbar empezó a organizar la defensa esa distracción desapareció. Ya mismo había repasado a los miembros de los grupos. Y ahora me percataba de que Lork no formaba parte de ninguno de ellos. No estaba entre los marineros de reserva, ni los de proa ni los de popa. Tampoco había participado en la defensa, ni en el muro de escudos ni en la retaguardia de lanceros, y mucho menos en la posterior piña de antorchas.

En un zafarrancho como el que el viejo había decretado no se permitía a nadie estar ilocalizable, menos aun bajo cubierta.

Pero Lork había desaparecido.

Sí, dada su apariencia desgarbada y torpe jamás me le imaginado luchando. A los sumo se dedicaría a lanzar estocadas traicioneras desde alguna esquina oscura. Pero no todos a bordo poseíamos un perfil de combate, y sin embargo no nos escondimos.

¿Dónde se había metido?

Recordé sus extrañas palabras, casi admirando a la nave pirata. Al ver el horror que nos había abordado ¿se habría avergonzado y había huido?

Lork siempre había demostrado poseer una habilidad increíble: podía desaparecer en un entorno cerrado y reducido como la Orgullo casi sin que nadie le viera. Más de una vez, cuando algún marino irritado por sus habladurías deseaba ajustar cuentas con él, se había desvanecido sin dejar rastro alguno poco menos que ante nuestros ojos. Las zonas de sombra, la sentina y los espacios entre los mamparos de lastre constituían su reino.

La voz no regresaba. Parecía haber dicho ya lo que tenía que decir. Lork, si de versad, de alguna manera, era él el que me había susurrado, había regresado a sus oscuridades. Mejor olvidarle. Eso y dejarle rumiado su pesar en la sentina. Puede que incluso tuviera la compañía de Jinx.

Lo de verdad importante estaba sobre cubierta.

El viejo había optado por volver a mi lado. No debía haberle gustado algo. O quizá sólo quería supervisar en persona el regreso de los mascarones a sus nichos. Aunque su atención parecía más centrada en mí que en las estatuas. Noté que miraba de hito en hito mi puño. Yo no necesitaba bajar la vista para saber que la esfera de fuego se iba desinflando poco a poco. Pese a ello la runa de vida y el segundo corazón seguían latiendo.

No va a pasar nada, viejo. No va a pasar nada. Hubiera querido decirle eso en voz alta al capitán, ya que consideraba innecesaria su presencia. Incluso diría que me estaba haciendo un feo, demostrándome falta de confianza.

Mi cuerpo había recibido tal cantidad de energía de Animación que, incluso una vez roto el vínculo con los poderes, todavía seguía notando cómo esta bullía en mi mano, en mi interior. Incluso la piel de mi brazo y mi antebrazo seguían retorciéndose bajo los remanentes de ese rio caótico. La piel, maleable y superficial, había cedido con rapidez al impulso modificador. Otro tema bien distinto eran los músculos: en ellos mi propia Canción personal rememoraba su trabajo, oponiéndose al caos, luchando porque no desfigurara la carne habituada a una muy concreta manera de trabajar. El combate entre caos y mi carne generaba un hormigueo especial, mezcla de dolor y emoción, admiración ante la novedad que ese impulso aleatorio pudiera crear.

Nada que no pudiera soportar y controlar. No iba a pasar nada.

Aun así el capitán no se apartaba de mí. Juntos contemplamos cómo los tres colosos acababan por incorporarse. Pese a su mal estado me sentía tan orgulloso de ellos, de su trabajo. La luz del amanecer me permitió estudiar sus figuras. Los ropajes, más salitre que oro y pintura, tenían un aspecto peor que nunca. Quedaba claro que la tensión y sufrimiento que yo había soportado (y todavía padecía) les había pasado factura. Pero incluso en esas circunstancias tan contrarias habían demostrado una gran valía y resistencia. No me habían fallado. Sin lugar a dudas se merecerían una vez llegados a puerto la más delicada de las reparaciones.

Los mascarones habían rebasado el trinquete. Pese a sus movimientos torpes apenas nadie les prestaba atención: el ajetreo en la cubierta no daba respiro a la marinería. Se debía replegar trapo y volver a poner en marcha el barco de una manera acorde a la brisa reinante. Nadie tenía ojos para ese desfile de retirada. Sólo el capitán y yo (o como mucho el contramaestre) les mirábamos.

Me percaté de que ya habían apagado los dos braseros. Un equipo de marineros preparaba una enorme caja. Parecía confeccionada con dura madera de narcadero negro, tratada al fuego y ungida. Ignoraba que lleváramos a bordo semejante madera. Sus listones tenían fama de inquebrantables e impermeables. Nada la podría entrar ni escapar de una caja de narcadero negro: el ataúd perfecto para los restos de Marco y de la cosa. Los llevaríamos a la capital donde sin duda constituirán todo un objeto de estudio. ¿Qué sacarían en claro de ellos los sabios? Debería enterarme. Marco suponía para mí un misterio mayor que la propia criatura. A menos que Larsenbar me aclarara todas esas dudas con la prometida reuniera en el alcázar.

Noté un temblor en mi mano derecha. Bajé la vista. La esfera se había encogido hasta apenas cubrir mi mano. No me lo podía creer: estaba decreciendo a una velocidad demasiado rápida, sobre todo teniendo en cuenta la enorme cantidad de energía residual que albergaba cuando el capitán dio la orden de relevar a los mascarones. ¿Dónde había ido esa energía? La respuesta la tenía ante mis ojos en forma de enorme mancha de piel grisácea. A través de la deshecha camisola descubrí que el impulso modificador no se había ceñido a las partes del brazo que en algún momento cubriera la esfera. En vez de eso se había propagado por mi costado, por mi torso. Descendía hacia el vientre, avanzaba al otro costado… Me quedé quieto y aparté el velo de anestesia que había tejido sobre mí con plegarias. De esa manera pude percibir con todo detalle la manera en la que el dolor se había propagado. Ya no se centraba sólo en la mano o en el brazo: la piel recorrida por un hormigueo sordo, y bajo ella cuchilladas sutiles pero continuas.

El suplicio al que me habían sometido el corazón de la mano y la runa de vida me habían obligado a tejer una capa aislante y protectora; ahora esa capa me traicionaba enmascarando el avance del caos. Éste se estaba apoderando de mí, desperdiciando la valiosa energía de Animación en moldear y deformar no sólo mi brazo derecho, sino todo mi cuerpo.

Debía concentrarme. Mi misión no había acabado. Los mascarones seguían caminando hacia el bauprés. Parte de la energía remanente se seguía bombeando el segundo corazón y la runa de vida hacia ellos. Debía bastar para que llegaran a los nichos.

Caminé tras los tres colosos tratando de reducir la separación entre ellos y yo. Sé que no supondría diferencia alguna, pero me sentía más tranquilo si reducía al mínimo el espacio que la energía debía salvar. A mi espalda, sin perder ojo a la operación, el capitán.

Estaban a medio camino entre el trinquete y la proa cuando lo inesperado, lo inconcebible, ocurrió: el mascarón principal se detuvo, paralizado en pleno movimiento. Los escoltas, carentes del impulso de su líder, le imitaron.

Juan F. Valdivia

Foto Juan F. Valdivia Me considero un lector casi compulsivo de terror y ciencia ficción (de fantasía menos, pero que mucho menos). Sin embargo a la hora de escribir tiendo más a la fantasía con toques oscuros, siempre lejos de pastiches tolkienianos. Quizá se deba a que ese terreno ambiguo me permite redactar textos con mayor comodidad y libertad.

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Survival Zombie: Viva los novios

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08:00
Septiembre, tiempo de zombies, bodas, bautizos y comuniones.

15:07
Gran parte del equipo 1500 y otros muchos invitados a la tan esperada boda nos reunimos en la plaza del ayuntamiento, todos con la ilusión de que el tiempo nos acompañe sin tan siquiera sospechar que ese va a ser el menor de nuestros problemas. Las bodas nunca salen tal y como se planean y esta no iba a ser una excepción.

16:23
Llegamos a Chera, donde nos reunimos con el resto del equipo. El novio aun desconoce donde se ha metido. Todos los preparativos y las maniobras de distracción de La Corporación han funcionado a la perfección. Parece que va a haber sorpresa…y por partida doble.

17:15
No muy lejos de la iglesia un grupo de voluntarios comprueban que todos los que se presenten a la boda hayan sido invitados. Les facilitan algunas instrucciones, un papel con el menú escogido para el evento y una mascarilla junto con un fajo de diegodolares para poder gastar a lo largo de la fiesta que se prevee que dure hasta bien entrada la madrugada.
Survival Zombie Chera - Menu Desgutación
¿Que generosos se atreverán a pensar algunos? Nos dan incluso dinero para gastar en su fiesta. Aunque si alguien se detiene a hacer las cuentas comprobará cuantos billetes es capaz de gastar un cadáver en una hora. Esa es la verdadera generosidad de La Corporación.

18:27
Las maniobras de reconocimiento del pueblo siguen su marcha sin incidentes. Conseguimos localizar un par de zonas seguras no muy lejos del centro donde amablemente nos ofrecen algo de beber. Es el momento perfecto para sacar los mapas y empezar a planear nuestros siguientes pasos. El novio sigue sin saber que es lo que va a ocurrir en breves momentos.

Al poco rato llegan los hombres de Urban Warrior System, aparecen en el lugar indicado, en el momento preciso. Parece que su sexto sentido está bien engrasado. Minutos después el novio está forcejeando como solo él sabe hacer para librarse de un par de tipos que intentan reducirle. Hacen falta muchos más para reducir a un 1500.

La seguridad privada se encarga de que nadie pueda acercarse a él para ayudarlo y en un abrir y cerrar de ojos después del intenso forcejeo consiguen llevárselo encapuchado hasta una furgoneta mientras cientos de curiosos se arremolinan alrededor sin hacer nada. ¿Qué haríais vosotros si se tratara de un ser querido? Me repugna tanta pasividad, tanto miedo, tanta hipocresia… pero cada uno cobrará de su misma moneda y mucho antes de lo que cree.

Ha llegado el momento de correr hacia el punto de entrega. Un lugar tranquilo y preparado para la ocasión detrás de la iglesia. Allí la radiante novia, el 1500 y todos los demás invitados lo van a recibir con las brazos abiertos. Ahí se desvelará el secreto tan cuidadosamente guardado durante los últimos meses. Ahí es cuando muchos de nosotros vamos a llorar, vamos a emocionarnos y alegrarnos por ellos a partes iguales. Porque lo merecen. Porque merecen todo esto y mucho más.

El evento, oficiado por el coronel Faramond en persona, transcurre sin más incidentes. Algunos curiosos que se han añadido a la fiesta y algunos zombies se acercan en busca de comida por los alrededores. Acaban todos encadenados a la carroza que llevará a los novios hasta su próxima parada no muy lejos de aquí.

Con los gritos de viva los novios, torreznos y arroz volando por los aires, la comitiva avanza con paso firme hasta su siguiente parada donde recuperar fuerzas con un gran banquete digno de la ocasión.

23:11
A estas horas y viendo lo ocurrido se hacia difícil imaginar otra boda y en Chera pero en toda boda siempre hay algo que se esfuerza por salirse del guión. Los dos afortunados habían preparado una recepción con música en vivo y varios camareros repartiendo cava para todos los asistentes que a juzgar por su trabajo parecían especialmente interesados en que todos, absolutamente todos, tuvieran su copa llena en todo momento aunque ese algo no fuera un cava gran reserva. Cualquiera que lo haya probado sabrá a lo que me refiero, un regusto amargo, indescriptible, pero sin lugar a dudas no se trataba de cava ni de nada que se le pareciera en lo más mínimo.

La explicación no se hace esperar. En lo alto de las escaleras aparecen el novio y la novia acompañados de sus seres más queridos…pero que bonito, todo como en un cuento de hadas, con la música, los invitados, todos o casi todos vestidos de rigurosa etiqueta, un entorno idílico a los pies de una iglesia que acaba convirtiéndose en una terrible pesadilla en el momento en que el novio decide no casarse con la paleta del pueblo. Prefiere a sus bichos, a esos con los que lleva tiempo experimentando y ahora a decidido jugar con todos nosotros. Vamos a convertirnos en una de esas cosas a las que tanto odiamos y solo tenemos hasta las 6:00 para encontrar el antídoto.

23:30
Al contrario que en anteriores ediciones de la Survival ya estamos muertos. Siempre habíamos tenido la esperanza de ver un nuevo amanecer, de encontrar el punto de extracción y salir con vida de esta pesadilla pero ahora nos lo han arrebatado. Estamos infectados y vamos a morir. Siempre podemos encontrar el antídoto a tiempo pero no creo que los militares nos vayan a dejar salir caminando por la puerta principal. Nuestro destino está sellado.

Empieza a cundir el pánico, la gente corre como pollo sin cabeza y abandonan la plaza en todas direcciones sin saber que en cada esquina, en cada calle les aguarda una muerte lenta y dolorosa. Los supervivientes con más experiencia empiezan a organizarse en grupos y se separan para poder encontrar el antídoto y una salida del pueblo antes de que sea demasiado tarde.

La sección charly del 1500 se dirige a toda prisa hacia el cementerio, un lugar oscuro y alejado donde seguramente podremos resistir y planear nuestro siguiente movimiento. Al llegar al lugar unos Z’s nos salen al paso, demasiado tarde otra vez.

Volvemos a intentarlo abandonando el camino, por la zona más montañosa cuando oímos aproximarse a un vehículo. Corremos a escondernos entre los matorrales mientras vemos como descargan algo, tal vez podamos conseguir información pero los Z’s siguen ahí.

En la distancian podemos ver el pueblo, una imagen aterradora, apocalíptica, solo los que hayan estado allí saben de lo que hablo. Hasta nuestros oídos llegan los gritos de terror de los primeros en caer. El grito de los Z’s hiela la sangre, los perros aúllan y la muerte camina a sus anchas por todos los rincones de Chera.

Seguimos escondidos pero uno de los Z’s parece que nos ha olido. Cada vez está más cerca, podemos oír su respiración, forzada, cansada…hasta que alguien ya no puede más y empieza a correr hacia donde nos encontramos. El Z lo sigue con una velocidad casi inhumana. Nos levantamos y empezamos a correr montaña arriba mientras la muerte nos persigue.

Cuerpo a tierra. Durante diez minutos la tensión no para de crecer. Estoy tumbado en el suelo, rezándole a los dioses antiguos y a los nuevos para que el Z haya tomado otro camino sino estoy perdido, no hay más escapatoria.

Después de un rato prudencial parece que el peligro ha pasado y puedo acercarme al cementerio donde me encuentro con el enterrador. Está empeñado en darle sepultura a uno de los zombies. Quémalo, descuartízalo, si lo pones bajo tierra se levantará y volverá a por ti.

Después de charlar un rato con él me manda a la casa del Conde, dice que allí encontraré más información. Pero ahora estoy completamente solo. No sé que ha sido del resto del equipo. Estoy incomunicado y pasear por el pueblo a estas horas no parece la mejor idea. Pero no hay otra salida si quiero conseguir el antídoto a tiempo.

23:59
Los rumores empiezan a circular más rápido que la pólvora. Hay que conseguir 5 ingredientes para el antídoto y uno de ellos está en la piscina. El novio sigue jugando con nosotros. ¿Quién sabe qué más nos tiene reservado? Tal vez este maldito antídoto ni siquiera exista y sea todo una broma de mal gusto. Pero algo dentro de mi me impide rendirme a la evidencia. Voy a seguir luchando hasta que no pueda dar un paso más.

Encuentro a algunos miembros del Komando Peta Z’s que me acogen como a uno más de su equipo. Compartimos información y conseguimos llegar hasta el lavadero donde Los Hijos de la Luz luchan contra el mal que azota al mundo y de paso sacan unos beneficios más que interesantes para su causa. Nos bendicen por un módico precio más impuestos y por unos billetes adicionales nos dan un par de pastillas que se supone que forman parte del antídoto. Ya nos falta menos pero cada hora que pasa más y más zombies inundan las calles de Chera, hordas que con su paso cansino te acorralan en callejones sin salida para darse un festín arrancándote mordisco a mordisco hasta la última gota de vida.

En momentos como este uno se plantea si seguir luchando o emplear la droga que nos han vendido los tipos de la furgoneta para un último viaje al infinito.

Y decidimos seguir. Esto nos lleva hasta los lugares más remotos del pueblo donde nos topamos con la terrorífica visión de la novia. Una novia solitaria, con la mirada perdida, manchada de sangre y arrastrando un hacha por las desiertas calles de Chera. El grito de un Z asusta pero la visión de la novia cadáver más.

Sin embargo había algo en su voz que nos tranquilizó. Los zombies no hablan y menos en ese tono. Solo era una novia triste, furiosa y abandonada en el altar que hacia lo que haría cualquier otra en su situación, buscar venganza con un hacha y hasta el momento no le iba nada mal. Ella nos habló de otro de los ingredientes, el Becuronio. Eran las 3:12, y ya teníamos 3 de los 5 ingredientes, Evastine en la piscina, Olanzapina en el local y Becuronio cortesía de la novia despechada. Íbamos a conseguirlo.

05:14
Los rumores siguen inundando las calles, ingredientes falsos, lugares de muerte, científicos locos y gente que lo único que quería era el sombrero de un Z. El fin del mundo afecta a las personas de muy distinta manera y este no iba a ser un caso diferente.

Después de reencontrarme con parte del equipo y conseguir más información seguimos rastreando las calles y campos del pueblo. Parece que en lugar de 5 ingredientes son 6 y hay que visitar a un boticario para que nos confirme que todo es correcto.
Cualquiera en su sano juicio pensaría que andar paseando por Chera una noche de bodas como esta es cosa de locos. Cualquiera que estuviera infectado no.

06:00
La muerte nos aguarda en el polideportivo. Cuando llegamos la novia ya se ha encargado de darle lo suyo al novio. Un par de hachazos hacen entrar en razón hasta al más terco. Lástima que antes no le preguntara donde estaba el antídoto. Ahora ya es demasiado tarde. Nosotros lo sabemos, los militares lo saben. Los únicos que parecen no haberse enterado de lo que está ocurriendo son las hordas de zombies que empiezan a llegar y siguen buscando comida como si fuera lo único importante. Ni siquiera los primeros impactos y los explosivos les hacen cambiar de idea.

Ya no queda nadie con vida.

08:00 Reflexiones de un cadáver

Si tuviera que destacar algo de esta nueva edición de la Survival Zombie esto seria la puesta en escena. Verlo todo desde el cementerio hace que el evento tome una dimensión que en otras ciudades más grandes es difícil percibir. Solo y en la oscuridad te das cuenta que te enfrentas a algo demasiado grande, a un verdadero apocalipsis y en este aspecto esta vez se han superado. Los gritos de los Z’s nada más empezar, los perros aullando, los supervivientes corriendo y muriendo, las calles estrechas y esa luz tenue han dado el efecto esperado.

Otro de los puntos buenos de esta Survival ha sido el argumento. Un argumento más cercano, más claro que en otras ocasiones. Esto tiene dos efectos, por un lado desde el primero momento sabes a lo que tienes que enfrentarte, o encuentras el antídoto o mueres. Por otro lado se pierde ese factor de desinformación, de andar perdido de un lado a otro hasta que consigues hacerte una idea de la trama que tanto me habían gustado en anteriores ediciones. Sin embargo esto también me ha gustado. Se traba de una Survival, si, pero de una Survival diferente a las anteriores, diferente en la esencia, en su planteamiento y les ha salido muy bien.

La organización ha conseguido un gran trabajo con las colas y aglomeraciones de gente en las diferentes localizaciones. Logramos casi todos los ingredientes y visitamos la mayoría de localizaciones y el único lugar en el que tuvimos que esperar fue en la casa del boticario a última hora de la noche algo casi inevitable.

Respecto a los actores, Z’s y zombies también hay que agradecer el gran trabajo que están llevando a cabo. En otras ediciones había más descontrol en este aspecto pero en esta edición solo puedo calificarlo como un trabajo realmente bueno. El único incidente que tuvimos en toda la noche fue cuando un reducido grupo de zombies con pañuelos rojos decidió abandonar la horda y a su líder para salir de caza en el lavadero. Pero aún así los actores que estaban allí pusieron rápidamente las cosas en su sitio y les invitaron amablemente a marcharse o a abandonar el juego. Muy bien por ellos y por conseguir con actos como este que todos los participantes podamos disfrutar más y mejor de un evento de esta envergadura donde controlar a otros participantes puede resultar una tarea más que complicada.

Seguramente me he dejado algo en el tintero, ha sido una noche muy larga, llena de emociones, sorpresas y adrenalina. Con esto me siento más que satisfecho, se han cumplido todas mis expectativas y más. Y si aún no lo has experimentado por tí mismo no sé que haces sentado leyendo esto en el sofá. Una Survival te espera a la vuelta de la esquina.

Solo me queda agradecer a todas aquellas personas con las que me he cruzado, su ayuda, sus palabras, su espíritu de supervivencia y de cooperación lejos de la competición.

En especial al Equipo 1500 de Supervivencia Zombie, que siempre me ha acogido como a uno más de su familia, no os podéis hacer una idea de lo en deuda que estoy con vosotros. Siempre lo estaré.

Al Komando Peta Z’s, otro de los grandes que no puede faltar en ninguna Survival, además en esta ocasión tuve la oportunidad de luchar junto a ellos durante gran parte de la noche y es una experiencia que no olvidaré. Gracias chic@s.

A los Sick Monkeys, porque siempre están ahí para ayudar. Grandes personas en el juego y fuera de él. Sabéis que os la tengo jurada desde Olías del Rey pero eso no cambia mi amistad para con vosotros. Nos veremos pronto ;)

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Sombra Azul, por Ángel Torezano

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Avazael Luín cogió su arco y su talega y se internó solo en la espesura. No sabía dónde estaba la torre. Sin embargo, algo en su interior le decía que la encontraría, no sabía por qué. Así que se dejó llevar, corriendo sin saber muy bien hacia dónde se dirigía, escuchando los susurros de los árboles. La luna blanca derramaba su luz sobre el bosque, rompiendo a jirones la densa oscuridad al colarse entre el ramaje. Veía lo suficiente para correr sin partirse un tobillo y, además, él estaba acostumbrado a correr por el bosque de noche. Tanto era así que ni siquiera se enganchaba la capa en los arbustos. Miró su sombra y sonrió. Cualquiera que la mirara con la suficiente atención se daría cuenta de que no era negra del todo, sino que estaba impregnada de un azul muy oscuro, prácticamente negro. No, todavía no era negra del todo.

 

Antes había sido mucho más azul. Recordaba que, cuando era niño, refulgía en las noches de luna llena con un vivo azul encendido. Era como si con el paso de los años estuviera perdiendo su tinte especial y cada vez fuera más parecida a la de todo el mundo. Y eso le entristecía y le cabreaba al mismo tiempo.

 

Su madre le contó que la noche en que rompió aguas había luna llena, redonda como un queso de cabra. No había ni una nube que empañara el brillo de las estrellas. Sólo otra cosa les quitaba el
Relatos de fantasía - Sombra Azulprotagonismo esa noche, otro astro que cruzaba la cúpula del mundo: una estrella fugaz que desprendía una luz azul brillante. Nunca habían visto una estrella así y seguramente jamás volverían a verla. Dijeron que era un presagio de los dioses. Y justo en el momento en que su madre le daba a luz y él veía por primera vez el mundo, la estrella azul pasó por delante del centro de la luna. Decían en su pueblo que el recién nacido le había robado la luz a la estrella, y que a eso se debía que su sombra no fuera normal y que sus ojos fulguraran con un extraño azul cuando la luna se paseaba por el cielo. Por eso su madre lo llamó Avazael Luín, cuyo significado era, literalmente, Sombra Azul. Decían también que aquella estrella había marcado el sino del bebé como una sonrisa marca la cara de un enamorado cuando recibe un flechazo de amor, y que por eso el corazón del niño era risueño e inquieto, travieso y salvaje, nada parecido a cómo suele ser el corazón de los hijos del bosque, más sosegado y prudente.

 

Avazael no entendía por qué su sombra estaba perdiendo el azul conforme se hacía mayor. Se había ido oscureciendo hasta adquirir un color completamente normal. Sospechaba que era porque los adultos estaban aplacando poco a poco su corazón salvaje, cincelando en él las normas de conducta de cualquier hijo del bosque que se precie. Sólo cuando la luna surcaba el cielo de las noches de verano y las luciérnagas revoloteaban sobre la laguna, como ahora, su sombra se teñía otra vez de azul y sus ojos refulgían de misterio con una luz estrellada. A ese paso, su sombra sería perfectamente normal antes de hacerse adulto. No, todavía no era negra del todo, y si de él dependía jamás lo sería.

 

Las piernas le ardían. Se detuvo un momento a recuperar el aliento apoyado en el tronco de un abedul y se sintió reconfortado por el fresco olor de una planta de hierbabuena que debía haber no muy lejos de allí. Él solía salir al bosque por la noche, pero no acostumbraba a correr así. No obstante, debía continuar si quería llegar a la torre antes que los cazadores, así que siguió corriendo sin rumbo fijo, cambiando de dirección cada vez que su intuición le decía que debía hacerlo.

 

Hacía unos días supo que algo no iba bien, en el mismo instante en que escuchó la inquietud en el corazón de su madre y los vecinos. Nadie quería decirle qué ocurría porque era demasiado joven, un niño como decían ellos, pero él se escabulló entre las sombras cuando los mayores se reunieron y se enteró de que una criatura oscura y sedienta de sangre se había instalado en algún lugar del paraíso que eran aquellas tierras. Entonces tomó una precipitada decisión, empujado por las últimas gotas de ímpetu que aún quedaban de su corazón salvaje, y se marchó en busca de la bestia asesina armado con su arco. Si la vencía sería un héroe, y aquella idea le enardeció.

 

Cuando ya pensaba que las piernas iban a dejar de sostenerle, vio la silueta recortada contra la luna. Un hormigueo le recorrió la espalda. Era la torre que estaba buscando, de la que hablaron los mayores en la asamblea. Allí estaba la bestia, en alguna parte. Entonces observó que una de las altas ventanas estaba iluminada. Ése debía ser el lugar.

 

La torre era gigantesca. Calculó que a lo mejor se necesitarían cien hombres cogidos de la mano para rodearla. Jamás había visto una construcción semejante. La puerta también era enorme, alta como un árbol. A pesar de su tamaño, le sorprendió poder abrirla casi sin dificultad. Ni siquiera crujió. Sintió una picazón en los brazos al hacerlo y se percató de que algo no cuadraba. Se quedó inmóvil, pensando en qué podía ser. Sólo le llevó unos instantes darse cuenta de que era el silencio. Había una intensa quietud alrededor. No se oían grillos ni lechuzas, ni tampoco búhos; ninguno de los ruidos que colmaban el bosque de noche. Aquello no era buena señal.

 

Avazael miró su sombra y sonrió. Se deshizo de la sensación de alarma que le atenazaba el pecho y entró. No había llegado hasta ahí para detenerse ahora porque el bosque estuviera en silencio. Dentro de la torre no se veía nada; no había ventanas por las que pudiera colarse la luz de la luna. Cogió su talega y sacó un pequeño candil de madera. No tenía mecha ni llama, sino tres pequeñas lucecitas verdes que revoloteaban en círculos: luciérnagas que había cazado en la laguna antes de salir. La tenue luz verde daba al lugar un aspecto fantasmagórico. El ambiente era opresivo. El aire no se movía ni un ápice y una capa de grueso polvo lo cubría todo. Salvo por una impresionante escalera que ascendía hacia arriba, no había nada en la sala. Resultaba obvio que el lugar estaba abandonado desde hacía años; nada había pasado por allí. Sin embargo desde fuera había visto una ventana iluminada. Alguien tenía que haber encendido la luz. ¿Cómo era posible? Aquella parecía la única manera de entrar en la torre y no había ninguna huella que indicara el paso de nadie. Además, dudaba que una bestia encendiera una lámpara para ver en la oscuridad.

 

Desechando las preguntas que caracoleaban en su mente como la tortuosa escalera que tenía delante, cogió el arco, colocó una flecha en él y se dispuso a subir. Los pisos se sucedieron ante sus ojos sin nada distinguible entre uno y otro. Todos le parecían iguales, vacíos y cubiertos de polvo. Tras un rato, mientras subía otro tramo de escalera, atisbó la luz. Al fin había llegado. El resplandor procedía del extremo de un pasillo, girando un recodo. Guardó el candil con cuidado y observó con atención. Le costó relajar su respiración lo suficiente como para que no se escuchara en aquel tenso silencio. Estaba muy nervioso. No veía a nadie, pero se sentía como una ardilla acechada por un halcón.

 

Cuando se sintió preparado, avanzó por el pasillo. Lo hizo tan sigilosamente que no se escuchaba ni el leve frufrú de su ropa. Sabía que le iba la vida en ello y, aunque era mortíferamente certero disparando con el arco, la sorpresa era la única baza que tenía.

 

Llegó a la esquina y sacó de su bolsa un extravagante artilugio: un espejito redondo atado a un palo que hacía las veces de mango. Asomó el espejo más allá de la pared y miró a través de él para ver lo que acechaba tras la esquina. Ahí estaba la habitación de la que procedía la luz, cuyo único mobiliario consistía en una cama cubierta por un delicado dosel blanco y una mesita sobre la que brillaba la luz de una vela.

 

Guardó el espejo y, mientras tensaba la flecha en el arco, giró la esquina. En el mismo instante en que lo hacía supo que algo no iba bien. La sensación de peligro más intensa que había tenido en la vida trepó como una araña por su espinazo hasta posársele en la nuca. Pero ya era tarde para echarse atrás, y al posar el pie al otro lado de la pared se encontró frente a frente con una mujer que estaba en medio de la entrada de la habitación como si vivir en una torre abandonada en medio del bosque fuera la cosa más natural del mundo. No era el monstruo con garras y colmillos afilados que Avazael había esperado, sino la dama más bella y radiante que nunca hubiera visto. Tanto era así que sintió que aquella mujer le robaba el latido del corazón. Percibió cómo éste abandonaba su pecho en dirección a la dama y le abandonaba para siempre. Inspiró una última bocanada de aire y, sin darse cuenta, dejó de respirar.

 

Le pareció que ese instante se alargaba hasta el infinito, por lo que tuvo tiempo de sobra para admirar el blanco satén que era la piel de la dama y para desear febrilmente aquellos labios rojos. Tuvo tiempo de apreciar las exuberantes formas de mujer que insinuaba su vaporoso vestido, el cual flotaba alrededor como si una brisa inexistente lo elevara. Y sus ojos eran… eran dos perlas de pura noche concentrada en los que uno quería perderse irremisiblemente.

 

La torre se desvaneció junto con todo lo demás. Sólo quedó un negro vacío en el que los ojos de la dama eran dos hipnóticas estrellas que le llamaban desde la lejanía, envolviéndole. Sólo se oía un rítmico y lejano palpitar que invitaba a relajarse.

 

Sin mover los labios, la dama de blanco le acarició con deliciosas palabras que derritieron su voluntad. Avazael supo que era de una raza tan antigua como el mismo mundo. Se sentía sola. Llevaba sola tanto tiempo que no recordaba ni lo que era el calor de otra piel. Anhelaba ser suya, quedarse a su lado para siempre. Sólo quería que la abrazara, que la consolara, que le diera un poco de calor. Sólo eso. La dama de blanco abrió los brazos, suplicante. Le prometió entregarse sin reservas si él le entregaba su corazón. Serían uno, en un solo latido.

 

Avazael habría llorado, conmovido, habría suspirado, muerto de amor, de haber podido hacerlo, pero estaba suspendido en ese interminable instante que no quería que acabase.

 

Cuando estaba a punto de entregarle su corazón para siempre, una luminosa línea blanca apareció tras la dama y rasgó el vacío. Era un atisbo de la luna, que asomaba por la ventana de la habitación de la torre. Las pupilas de Avazael absorbieron la luz y refulgieron. Su sombra se tiñó de azul oscuro, deshaciendo la oscuridad que le rodeaba como niebla que se disipa bajo el sol. Exhaló el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta.

 

Sí, era la mujer más extraordinaria que Avazael había contemplado, y la más peligrosa. Desprendía tal peligro que lo hubiera podido esculpir con un cuchillo. Avazael, no obstante, nunca se había dejado amedrentar por el peligro y no pensaba empezar ahora, por lo que decidió no dejarse vencer por aquel hechizo y, con un ágil movimiento de los pies, avanzó girando por el pasillo. Cada movimiento que hacía se le antojó largo como una noche entera. La distancia que le separaba de la mujer, a pesar de ser tan corta, era inabarcable. Vio cómo su capa ondeaba en el aire, tratando de seguirle. A medio camino de la dama, recuperó al vuelo el latido de su corazón a la par que dejaba caer el arco. Antes de que éste llegara al suelo, había llegado hasta la mujer. Olía a rosas negras, lo supo aunque no había olido ninguna. Avazael la cogió y, dándole la vuelta, la besó. El arco cayó al suelo con un ruido sordo, levantando en el aire una nube de polvo cuyas motas relucieron con la luz de la luna.

 

La dama de blanco no se movió, hipnotizada por los ojos del muchacho. Aunque habría podido matarle al instante, tampoco le atacó, porque estaba sorprendida por la rapidez con que aquel incauto le había robado un beso que, atónita, descubrió placentero. No se movió porque la audacia de aquel extraño había traspasado sus muros con la sencillez con que un pájaro atraviesa la muralla de un castillo.

 

Aquel besó sólo duró un suspiro, pero en cuanto sus labios se tocaron Avazael sintió que le aspiraban todo el aire que tenía en el pecho y, con él, una parte de sí mismo que jamás recuperaría. Abrió desmesuradamente los ojos cuando la sangre se le aceleró hasta arderle en las venas. El beso duró un suspiro, pero liberó de nuevo su corazón salvaje y su sombra recuperó el azul magnético que había perdido con los años. Aquel beso sólo duró un suspiro porque, mientras se producía, la flecha de un cazador que había llegado a la cima de la escalera surcaba el aire, aleteando silenciosa y mortífera como los labios de aquella mujer.

 

Ella normalmente habría podido apartar esa flecha como se aparta una hoja del cabello, pero estaba inmersa en ese extraño beso y, cuando percibió la flecha, ya era tarde. Sólo tuvo tiempo de apartar al joven hijo del bosque el espacio suficiente para que la flecha, al partir su negro corazón, no le atravesara a él también cuando le salió del otro lado del pecho.

 

Avazael se apresuró a tomarla entre los brazos. No apartó la mirada de sus ojos mientras moría. La mujer se convirtió en marchitos pétalos de rosa sobre la sombra del muchacho, deshaciéndose entre sus dedos como un sueño que pasa de largo. Sólo quedó en su mano una gema con forma de lágrima, de un color sanguinolento.

 

Avazael se notaba distinto, más intrépido, mucho menos sensato. Él le había robado un beso, ella al parecer le había robado prácticamente todo su sentido común. Él le entregó su primer beso, ella le salvó la vida, y, según le pareció a él, fue un trato bastante justo.

 

Avazael miró su sombra, teñida de un azul resplandeciente, y sonrió.

Ángel Torezano – Raúl Sánchez Martínez

Foto Ángel TorezanoÁngel Torezano creció entre dos mundos: el real y el de la fantasía. En una de esas vidas se convirtió en un ingeniero informático aficionado a los deportes de montaña; en la otra recorrió innumerables cuentos, viviendo infinitud de aventuras. Y así fue como descubrió una verdad pequeña, aunque poderosa, escondida a la sombra de los sueños: que la pluma es más fuerte que la espada.

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Fuerza de Mascarón: El Descanso del Mascarón (II)

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Capítulo 19 Fuerza de Mascarón: El descanso del mascarón

Me detuve en seco, casi chocando contra los titanes. No comprendía lo que pasaba. O sí, pero no quería admitirlo. Me volví. El capitán estaba a menos de una braza de mi posición. Me observaba con su rostro casi tan pálido como cuando el cazador se abalanzaba sobre nosotros. Yo sólo pude boquear. No encontraba palabras para justificar lo que sucedía. Mis ojos saltaban desde la cara desencajada del capitán a mi puño carente de energía. La esfera de luz agonizaba en el dorso de mi mano, una diminuta canica de tibio color rojizo. El tatuaje del segundo corazón y la runa de vida perdían a ojos vista su viveza azulada para esconderse en el interior de la piel deformada. Regresaban a su estado de letargo. Del puño mis ojos regresaban al capitán, como si pudiera hallar entre sus arrugas una solución.

Por supuesto no la había allí. Mi mirada hizo un intento de bajar hacia la cintura del viejo, pero me obligué a no hacerlo. Sabía demasiado bien lo que aguardaba apenas oculto bajo el fajín de capitán. Me giré de nuevo y enfrenté las espaldas de los mascarones.

–No, ¡todavía no! ­–maldije. Pero una voz interior ya me estaba susurrando lo que iba a pasar. Nos lo habían explicado en el templo numerosas veces, pero nunca demasiadas. Lo hacían siempre como advertencia, deseando que no lo viviéramos en primera persona. Pero la amenaza estaba ahí, y los maestros no la escondían–. No. ¡No! ¡Revive!

Contemplé mi puño: apenas logré distinguir las líneas del tatuaje del segundo. Se habían vuelto muy suaves, casi transparentes. Aun con todo llegué a adivinar leves y arrítmicas fluctuaciones. Un latido moribundo.
Relatos de Fantasía - Fuerza de Mascarón - Tripulación
Una mano fuerte me agarró por la muñeca derecha. El capitán tomaba el mando, incluso en ese momento.

–Gus…

Temí que lo hiciera, que se llevara la otra mano al costado. Pero no. El viejo envolvió mi mano entre las suyas: sentí cómo me cedía algo de su propia energía. De nuevo se comportaba como maestro, el profesor que contemplaba con desesperación la posible derrota de su alumno. El calor de la fuerza de Larsenbar avivó un poco mi segundo corazón. No lo podía ver, cubierto como estaba por el apretón de Larsenbar, pero supe que el tatuaje asomaba de nuevo en la piel. Junto con él lo haría la sombra de la runa de vida, antes resplandeciente y ahora apenas capaz de emitir un brillo tenue.

El viejo me soltó la mano. Mi puño revivido voló hacia el pecho del mascarón maestro. Ambos, capitán y yo, esperábamos que con esa dosis extra de Voluntad la estatua volviera a activarse.

–¡Anda!

Pero no obedeció.

Insistí de nuevo, golpeando con más fuerza el pecho de madera. No se movía. El poder de Thxotugá, señor del movimiento, no regresaba al cuerpo tallado. El corazón de mi puño no parecía capaz de obrar el milagro. En el templo me lo habían tatuado para cumplir esa única función, y ahora fallaba.

No. El que había fallado era yo. Me miré con ojos desorbitados la palma de la mano. Los dos tatuajes, la runa y el corazón, estaban volviendo a desaparecer bajo mi piel transformada. El tono de ésta, gris y correoso, se me hizo aborrecible.

El mascarón maestro. Contemplé su pecho liso, cubierto de salitre: en él apenas se apreciaban ya restos de pintura u oro. Les había dado, a él y a sus compañeros, la vida. Les había hecho partícipes, piezas fundamentales, de una pequeña epopeya, una que seguro que se narraría en puertos y tabernas durante años. ¿No podían ahora ayudarme ellos a mí un poco, dar unos pasos más y guarecerse en sus nichos? Sólo les pedía eso: avanzar no más de tres brazas, subir una borda y recogerse bajo el bauprés.

El mascarón no se movió.

–Actívate, ¡condenado! Anda ­–golpeé con los dos puños el pecho de madera–. Por todos los dioses. ¡Anda! ¡Los tres! ¡Andad!

Debían obedecerme, recorrer esos últimos pasos. Y saltar la borda. Y regresar a sus lugares. Debían hacerlo. Cumplir su misión. Y no traicionarme.

Pero no se movían.

Apenas sentí las manos del capitán cuando me tomó por los hombros. Creo que gritó algo.

Yo miraba al mascarón. Seguía parado.

Con suma delicadeza, ayudado por otro hombre (¿quizá el contramaestre? Imposible, estaba muerto), me tendió sobre la cubierta. Yo me dejaba manejar, sólo pensando en la traición.

No se movían.

Los últimos resquicios de poder abandonaron mi mano. El segundo corazón se enterró bajo la piel, arrastrando a la runa de la vida con él. El capitán tomó de nuevo mi mano, pero esta vez no para darme su energía, sino para algo muy distinto. Noté cómo un diminuto ápice de su Voluntad se hundía en mi carne y luchaba por organizar mi caos interior. No todo, claro: sólo aquello que buscaba, aquello que necesitaba. Estaba modificando el flujo de energías. Sentí cómo manipulaba mi esencia interna, mi propia Canción, y la inducía a fluir en sentido contrario. De mi puño a mi brazo, surcando mis venas, buscando lo más profundo de mi pecho.

El mascarón seguía ahí, impertérrito. Muerto. Pero yo estaba convencido de que en cualquier momento resucitaría demostrando que no me había traicionado, que sólo me había gastado una broma.

Un calor especial inundó mi corazón. Sentí que me soltaba la mano. La tarea de Larsenbar casi había acabado. Sabía lo que vendría. Me lo habían explicado muchas veces en el templo. No necesitaba ver cómo su mano buscaba bajo el fajín extrayendo… extrayendo eso.

Poco me importaba: sólo tenía ojos para el mascarón. No se movía. El maldito no se movía.

Mantuve la mirada clavada en el pecho de mascarón. No la desvié ni un solo grado, ni cuando adiviné el resplandor del metal. El puño del viejo se elevaba hacia la arboladura como un mástil más. Sostenía una banderola muy especial, el cuchillo ritual de capitán.

–Muévete, desagradecido –­creo que llegué a musitar–. ¡Hazlo!

Como si la última palabra estuviera dirigida a Larsenbar éste hizo bajar la hoja. En menos de un parpadeo el metal estaba hundido en mi pecho. Noté cómo la garganta se me llenaba de un líquido cálido, amargo con fondo dulce. O quizá al revés.

Debo admitirlo: no sentí dolor. Ni siquiera cuando la hoja del capitán hurgó con terrible habilidad en mi interior. El filo del cuchillo sajó el músculo y desplazó los huesos abriendo un espacio allí donde no debería haberlo. Por ese hueco el viejo introdujo su mano derecha y, con un movimiento rápido y final, extrajo mi corazón palpitante. Tuve que cerrar los ojos, cegado. El órgano resplandecía casi como antes lo hiciera el tatuado en mi puño. Mis mejillas se humedecieron, aunque ignoro el color del líquido. La sangre diluye bien las lágrimas de vergüenza.

Volví a abrir los ojos, a mirar al mascarón. El traidor. Quieto. Me había… vencido.

Mis fuerzas. Desaparecen.

Ellos. Me habían vencido. Traidores. Pero… bajo el dolor… de la traición… hay algo peor. Algo mucho más personal. Duele como nada antes. Vergüen…

Juan F. Valdivia

Foto Juan F. Valdivia Me considero un lector casi compulsivo de terror y ciencia ficción (de fantasía menos, pero que mucho menos). Sin embargo a la hora de escribir tiendo más a la fantasía con toques oscuros, siempre lejos de pastiches tolkienianos. Quizá se deba a que ese terreno ambiguo me permite redactar textos con mayor comodidad y libertad.

Puedes encontrarle en su Blog o en Twitter

 

Descubre más relatos de fantasía en la sección de relatos de La Biblioteca de Melk

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Crónica del I Encuentro Golem

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Tiempos aciagos se avecinan…hay quienes preferirían maldecir al mundo entero con el puño en alto una última vez mientras las furiosas aguas del norte se los tragaban, hay quienes no quieren creer en lo que ven pero son capaces de creer en aquello imposible de ver, y hay quienes fueron ladrones, estafadores y demás escoria y que también se apuntaron a la fiesta.

I Encuentro Golem - Fantasía
Con estas palabras tan sugerentes, Nunn la maestra de ceremonias, daba por iniciado el I Encuentro Golem. La cerveza y otros ricos licores llenaban nuestras copas mientras una animada conversación saciaba nuestra curiosidad y nuestro espíritu. Pero hacía ya algunas horas que la fiesta había empezado.

Poco antes del primer almuerzo, no muy lejos de una pequeña pero acogedora taberna, Nunn y Aven se reencontraban con Recóndita. Que lejos quedaban ya aquellos días de otoño en el Festival de Fantasía de Fuenlabrada cuando se conocieron por primera vez; Fulkan rugía a los cuatro vientos y Pistacho atento a todo lo que ocurría seguía fiel a su lado. Fue un encuentro inesperado pero muy gratificante que, a lo largo del tiempo, ha pasado a formar parte de la leyenda de Tierra Quebrada. A veces nuestros caminos se cruzan con el de otras personas, desconocidas, lejanas, aquellas a las que nunca vamos a tener oportunidad de conocer. Otras estos caminos se entrelazan y de ellos nacen amistades, cortas y efímeras o fuertes y duraderas como los robles milenarios. Solo el tiempo juzgará por nuestros actos en cual de ellas se convierte cada una.

Sea como sea ese reencuentro fue especialmente emotivo. Los buenos manjares de la taberna amenizaron nuestra conversación y nuestros recuerdos. El cielo gris de la mañana se contagió de nuestro buen humor y poco a poco los rayos de sol ganaron la batalla al amenazante cielo gris.

Era el momento perfecto para descubrir los rincones ocultos de esta nueva tierra llena de secretos. Sin embargo el tiempo apremiaba, no muy lejos de allí esperábamos conocer a otros ilustres personajes del Proyecto Golem. Bruixes i Fades era la posada escogida para el encuentro. Más allá de los mares y de las más remotas montañas llegaban los rumores sobre sus excelentes bebidas y sus no menos exquisitas comidas.

Los últimos rayos de sol iluminaban la entrada. Néstor y Melanie ya estaban esperándonos. Ernesto y Rubén no tardarían en llegar. Estabámos todos. Era el momento de empezar.

Las conversaciones fluían entre todos los comensales, al igual que las rondas de cerveza y otras bebidas igualmente refrescantes. Hacía poco menos de una hora que nos conocíamos y parecía como si un vínculo más fuerte nos uniera desde mucho tiempo atrás. No había un mal contra el que luchar y unir nuestras fuerzas, no había ningún anillo que llevar más allá del monte del destino pero nuestro cometido era igualmente importante, había que determinar el siguiente reto del Proyecto Golem.

Cualquier idea, comentario y sugerencia era bien recibido, aunque al final quedaron dos propuestas sobre la mesa, Un viaje inesperado o La batalla de los cinco ejércitos.

Como reto La batalla de los cinco ejércitos parecía una mejor opción y así quedó escrito.

Pistacho seguía el ritmo de los acontecimientos con su mirada atenta. Contento de lo que veía. Ideas sobre nuevos libros y nuevas aventuras, recuerdos de la infancia, de antiguas luchas contra dragones y otros seres hacían que el tiempo escapara a nuestro control. Pero todavía quedaba un detalle importante al que hacer frente. La entrega de los Quebrantines de Plata.

Según cuenta una antigua leyenda todos los miembros del Proyecto Golem poseen un Quebrantín de Plata, un objeto misterioso y de gran valor que les ayuda en los momentos más difíciles. Demasiado tiempo hacía que esos Quebrantines estaban en nuestro poder lejos de sus verdaderos dueños y había llegado la hora de ponerle remedio.
Ilustración Gadel - Relatos de Fantasía - Ruben
La oscuridad, lenta pero impasiblemente, se cernía sobre nosotros, algunos de los miembros debían volver a su hogar. Con gran pesar por nuestra parte nos despedimos de Néstor y Melanie hasta que nuestros caminos volvieran a cruzarse.

El resto del grupo, con la incorporación de dos nuevos miembros inesperados, Emi y Elena, dirigimos nuestros pasos hacia otra taberna no muy lejana para reponer parte de las fuerzas perdidas.

Era el turno de Ernesto y Ruben, debían partir hacia tierras lejanas a cumplir con sus obligaciones pero no sin antes obsequiarnos con algo verdaderamente especial. Algo que no se puede comprar con dinero, algo que nos emocionó profundamente.

Un ejemplar de Crónicas de Ilandor con una dedicatoria personalizada por Ernesto e ilustrada por Ruben. Decía así:

Para Tierra Quebrada,

El mar rompe el silencio, quebrando la roca que anida en esta yerma tierra.
nace en sus entrañas un gélido aire esperanzador. El hielo recubre esta tierra rota, esta tierra nueva.
El agua se funde, la esperanza florece allí donde las heridas de piedra se cierran.

Un amigo para siempre.

Pero aún quedaba algo de tiempo antes de la medianoche. Recóndita nos sugirió finalizar el encuentro con un poco de música celta, muy apropiada para la ocasión. El cansancio hacia mella en nuestros cuerpos pero no podíamos rechazar una oferta tan tentadora.

Gracias a todos por acudir al I Encuentro Golem. Fue algo muy especial, que recordaremos con mucho cariño. Para nosotros fue un placer poder conoceros en persona, poder charlar un rato y compartir ideas. Ha sido una gran experiencia que nos gustaría repetir en un futuro no muy lejano.

I Encuentro Golem -  Fantasía

Aunque esta crónica no estaría completa sin mencionar a los otros compañeros de viaje, aquellos que por un motivo u otro no pudiero asistir. Echamos de menos a algunos de los habituales en la Taberna, a Jorge, con el que no pudimos coincidir por pocos días, a Sonia, Helena, Laura, Ignacio… y a tantos otros que seguro me dejo. Habrá más oportunidades, en otros lugares y no descansaremos hasta que todos los Quebrantines estén donde deben estar, con sus legítimos dueños.

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Reseña “El filo de la espada” de Pablo Carnicero

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El filo de la espada, la segunda entrega de la saga la senda del acero de Pablo Carnicero, una saga ambientada en una Europa medieval donde intrigas y luchas por el poder se esconden tras el velo. Vampiros, licántropos, demonios, hechiceros e inmortales se enfrentarán en esta saga de aventuras, fantasía, engaños y traiciones.

Si aún no has leído el primer libro de la saga, Inmortal, este es un buen momento para hacerlo. En él descubrirás el inicio de esta apasionante historia.

¿Pero qué sorpresas nos trae este segundo volumen de la saga?

El escritor, Pablo Carnicero, vuelve a conseguir una mezcla entre realidad y fantasía que hace que todo parezca una historia muy real, algo que pudo haber ocurrido hace cientos de años o que podría estar ocurriendo ahora mismo. Sigue con su estilo claro y directo para llegar al público mientras va desarrollando la historia paso a paso, atrapando al lector con sus palabras.
El Filo de la Espada - Pablo Carnicero
Durante gran parte de la obra consigue mantener el tenso equilibro entre el bien y el mal llevando al lector a cuestionarse realmente que es lo que está ocurriendo. En esta segunda obra el autor se centra más en conspiraciones, traiciones y en una elaborada trama más que en otros aspectos propios de la fantasía, hechas las presentaciones en el primer volumen en este el autor profundiza más en otros aspectos, en las alianzas, las negociaciones y todas las intrigas palaciegas. En cierta manera esto podría ser algo que realmente ocurrió durante la edad media en cualquier palacio o ciudad de Europa sin importar si sus protagonistas eran vampiros o no. Pero el hecho de que vampiros, inmortales y otras criaturas sean los protagonistas de la historia es lo que añade esa pizca de emoción, de fantasía, de magia al relato que no se podría conseguir de otra manera.

A lo largo de las páginas se puede ver la evolución de todos los personajes,su carácter, sus sentimientos… Aparecen personajes nuevos destinados a cobrar cierto protagonismo, incluso puede intuirse que el autor les tiene reservado un papel mucho mayor en la tercera entrega pero no son más que suposiciones. Otros sufren, especialmente Ruy López de Ayala, uno de los principales. En él se puede ver una evolución profunda, de su carácter, de su estado anímico a lo largo de toda la historia. El autor juega con sus sentimientos y con los del lector al que consigue transmitir su dolor y su sufrimiento en más de una ocasión.

Como ayuda en la parte final del libro podemos encontrar una relación de personajes, lugares y términos que es de gran utilidad tener a mano para poder consultar a lo largo de la historia.

En resumen, El filo de la espada es una digna continuación de Inmortal. Salvo en algún capítulo concreto en que el autor baja el nivel respecto a lo que nos tienen acostumbrados, consigue mantener al lector dentro de la historia a la vez que introduce nuevos interrogantes para la tercer y última parte de la saga.

¿Qué es lo que he echado de menos en el libro?
El factor sorpresa del primer volumen. En esta entrega tanto el escenario como los personajes ya son familiares al lector lo que hace que todo el libro gire alrededor de la trama, de la propia historia y menos en descubrir un nuevo mundo y sus personajes.

¿Por que deberías leer este libro y no otro?
Si ya has empezado con la saga este segundo volumen no te defraudará. Encontrarás lo que estás esperando.

Si aún no has leído el primer libro de la saga y te gusta la fantasía y la historia esta es una buena elección. El autor mezcla con gran habilidad historia y fantasía con una trama de traiciones, engaños y conspiraciones más que interesante. Otra manera de releer la historia que te atrapará.


Fuentes
Inmortal (El Mundo de las Sombras) Autor: Pablo Carnicero de la Cámara
El Filo De La Espada Autor: Pablo Carnicero de la Cámara

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Survival Zombie: SSK 950

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Survival Zombie: Lost Archives son una serie de posts ficticios basados en los Real Games de WRG y las Survivals Zombies organizadas por todo el territorio español.
Cornelius Tamphels, es el encargado de investigar cada nuevo brote y su misión es descubrir porque, cuando y dónde tendrá lugar el siguiente.
Si quieres participar te recomiendo que consultes la página oficial. www.survivalzombie.es dónde encontrarás, todas las fechas y lugares de las siguientes infecciones.

 

Ser zombie después de todo tenía sus ventajas. Una tolerancia al dolor por encima de la media. Un nivel de inmortalidad cercano al de los vampiros. En realidad después de varios días encerrado en ese contenedor incluso le parecía buena idea dejarse llevar y dejar de pensar, eliminar cualquier rastro humano que aún quedara en su cuerpo, así todo sería mucho más fácil. La Corporación, la resistencia, los mercenarios de Pablo…todo se veía desde una perspectiva muy diferente encerrado en un congelador. Incluso podría quedarse así durante varias décadas, esperar a que todo pasara y luego marcharse a su casa tranquilamente a disfrutar de un buen helado de vainilla. Pero era su parte humana la que pensaba eso. Su parte débil, con sus temores, sus miedos, su resistencia a seguir luchando por unas horas más de vida. Cornelius quería acabar con todo, dejar de esconderse, de correr al ver a los militares, de correr al ver a los zombies, de correr al ver a sus amigos, si es que aún le quedaba alguno, para evitar hacerles daño. Estaba solo pero eso no era lo peor, lo peor era sentirse completamente solo.

Sin embargo era esa misma parte humana la que, aunque fuera de una manera débil y sutil, le incitaba a seguir luchando por salvar lo poco que quedaba de él; a buscar venganza y ese era un sentimiento muy poderoso. ¡¡¡Venganza!!! Y solo la iba a conseguir de una manera, saliendo del congelador y empezando a repartir ostias a tutiplen. Le daba lo mismo a mano abierta, con un bate de béisbol o con ese SSK 950 que podía ver apoyado en la pared. Solo había un problema, estaba congelado, completamente congelado y dentro de una cámara frigorífica esperando su turno en la mesa de operaciones.
Survival Zombie - Aviso Resistencia
Fue entonces cuando lo vio por primera vez. A decir verdad todos ellos se parecían demasiado, pantalones de militar, camisa de militar, botas de militar, incluso llevaban un corte de pelo estilo militar. Además el hecho constatado que todos se llamaran Fernández tampoco ayudaba mucho a diferenciar unos de otros. Pero ese le llamó especialmente la atención.

No había nadie en la habitación de operaciones, los dos científicos, con cara de no haber dormido durante las últimas siete semanas, habían salido a fumarse un poco de lo que les mantenía despiertos durante tantas horas en ese cuartucho pequeño. Fuera lo que fuera tendría que pedirles un poco cuando saliera del congelador. Entonces entró Fernández, sin abrir la luz, sin hacer ruido. Se acercó a la puerta y la abrió. Se acercó hasta el ordenador que había encima de la mesa y empezó a teclear. Luego colocó un pequeño recipiente con algo que parecía ácido de bateria mezclado con tinte del nº 5 encima de la torre. Fuera lo que fuera en pocos minutos habría perforado todo el vaso y todo el disco duro del pc. Lo anoté en mi lista de productos de la compra para cuando dejara mi estado actual de hivernación, que a juzgar por el aumento repentino de la temperatura iba a ser más pronto de lo esperado.

Entonces aparecieron de nuevo las preguntas y con ellas la necesidad de escapar, de volver a huir de nuevo. ¿Quién era ese tipo? ¿por qué parecía conocerme? ¿y por qué tenía que avisar a la resistencia?

Debajo de ese mensaje que aún se podía leer en la pantalla del pc solo dos nombres, Aviá y Poblete.

Ya no estaba allí. Tal y como había entrado había salido de la habitación, sin ruido, sin dejar rastro. La única persona que podía contestar a mis preguntas había desaparecido.

Cinco minutos más tarde ya podía mover los dos pies y las manos, pero todavía estaba demasiado congelado para poder salir por mi propio pie de la sala y mucho menos para poder llegar hasta la SSK 950 que me esperaba pacientemente muy cerca de la puerta.

No iba a funcionar, después de 7 minutos el proceso de congelación aún no se había revertido y los científicos estaban al caer. Por muy buena que fuera la hierba que se fumaban ningún científico permanecía fuera de su puesto de trabajo más de diez minutos al día. Llevaban demasiado retraso con los zombies. Y los resultados de las anteriores pruebas dejaban mucho que desear. El señor de la pasta no estaba contento y no hay que cabrear al señor de la pasta, si no las cosas pueden ponerse muy feas.

El ácido había hecho su trabajo, demasiado bien. Empezaban a saltar chispas del pc. Demasiadas chispas, demasiados papeles esparcidos en la típica mesa de un científico loco. El resultado no se hizo esperar. Dos minutos más tarde, lo que antes eran pequeñas chispas se habían convertido en fuego. Eso aceleró el proceso de descongelación. Los dos zombies que tenía delante empezaron a gruñir como solo un zombie sabe hacer, tenían hambre y salían a buscar comida. Yo solo tenía sed, sed de venganza. Cuando el primer zombie llegaba a la puerta saltaron todas las alarmas. Demasiado tarde para el científico que la abrió. El primer mordisco en el cuello ahogó sus gritos en su propia sangre. Un segundo mordisco le desgarró su oreja izquierda aunque, a juzgar por la reacción del zombie, no se iba a contentar con tan poco desayuno. Luego llegó el segundo y empezaron a destripar ese pequeño cuerpo ahora completamente rojo de la sangre que brotaba de su cuello. Fue una muerte rápida pero dolorosa. Su compañero fue quién activó todas las alarmas y yo aún estaba lejos del SSK 950, ansiaba tenerlo entre mis manos para poder ajustar algunas cuentas.

Mientras tanto esas palabras seguían resonando en mi cabeza…Avisa a la resistencia. Aviá. Poblete. Ese tipo era un auténtico Fernández, en lugar de mandarme un correo electrónico con todos los detalles me dejaba escrito un mensaje estúpido y sin sentido.


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Seres diminutos por Aven Roy

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Abrió los ojos y los vio, estaban todos allí, en silencio, expectantes. Eran miles, cientos de miles y siempre habían estado ahí, ocultos a la vista de todos los habitantes de Rongor. Se alimentaban del tiempo. Eran devoradores de tiempo. Sin ellos no existiría el día ni la noche. La existencia de las demás especies, humanos, orcos, elfos o dragones estaría condenada a una eternidad sin sentido. No habría pasado ni futuro. No existiría un antes y un después.

Pero algo no estaba funcionando como lo había hecho durante siglos. El tiempo se había ralentizado, de manera casi imperceptible para el ojo humano pero los días eran más largos, las noches eran más largas, incluso los suspiros eran ahora más largos.
Relatos de Fantasía - Seres diminutos por Aven Roy
Ese pequeño ser de un color casi transparente se aproximó lo suficiente al rostro de Vengor para que pudiera verle con claridad. Pero incluso a una distancia tan pequeña resultaba extremadamente difícil diferenciarlo de su entorno. Luego acudieron otros dos más. Mismo color, misma estatura. Resultaba imposible para Vengor apreciar ninguna diferencia entre ellos y sin embargo la había, en su manera de hablar, en su manera de moverse, incluso en su aspecto físico, ligeros matices de color en la piel, en su textura que podía variar desde un musgo aterciopelado hasta el áspero contacto de una corteza de roble. Tales eran las diferencias que cualquier observador experimentado podría advertir entre un Serdon y otro si hubiera tenido la oportunidad de verlos durante el tiempo suficiente.

Poco a poco sus palabras, incomprensibles al principio, fueron tomando forma y Vergon empezó a comprender. El mundo de los Serdons estaba amenazado, alguien había alterado el flujo normal del tiempo y muchos de ellos habían muerto. Incapaces de controlar esos cambios bruscos y repentinos sus diminutos cuerpos empezaban a vibrar hasta acabar desapareciendo como una gota de agua lo hacía al calor del verano.

Si ese alguien seguía jugando con el tiempo pronto no habría suficientes Serdons para devorar la cantidad de tiempo necesaria cada día y el proceso sería totalmente irreversible. Lenta pero paulatinamente los días, las noches, los atardeceres se irían alargando hasta quedar detenidos en un instante preciso del que nada ni nadie podría escapar.

El viejo relojero conocía la historia. Su padre y el padre de su padre antes que él, habían conocido de la existencia de los Serdons. Su legendaria fama en la fabricación de relojes se debía precisamente a ese encuentro fortuito tiempo atrás. En el engranaje de cada reloj se insertaba una sustancia que solo los Serdons podía producir y acumular, el tiempo negativo. Con eso sus relojes estaban ajustados siempre, ni un minuto antes ni un minuto después. Los relojes del viejo relojero siempre marcaban la hora que debían marcar.

También conocía el efecto de esa sustancia, ralentizar el paso del tiempo. Un Serdon no podía devorar un espacio de tiempo negativo y ahí fue cuando empezaron los experimentos. Volder, había construido relojes toda su vida pero su tiempo se agotaba. La enfermedad que había desarrollado su cuerpo era ya incurable. Eso le había dicho la hechicera del bosque. No le quedaban más de dos o tres semanas de vida así que no tenía nada que perder. Detendría el tiempo y así burlaría a la muerte. Entonces empezaron los experimentos. Cada vez más atrevidos, cada vez más peligrosos…

Si antes de la medianoche Vergon no había conseguido detener al relojero Rongor y el resto del mundo conocido estarían atrapados para toda la eternidad.

Aven RoyHistoriador y Aventurero de día, Mago y Guerrero de noche siempre me ha gustado combinar la afilada hoja de mi espada con una bola de fuego o una tormenta de rayos.
Son… argumentos contundentes.
Puedes encontrarme en Tierra Quebrada mi segundo hogar.

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La xana por Ignacio Castellanos

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En toda Europa y más concretamente los países del Arco Atlántico, podemos toparnos con una arquetípica figura femenina venida del otro mundo, un mundo poblado por seres sobrenaturales que coexiste con el nuestro. Tradiciones que han circulado por infinitas regiones siempre de forma oral y las mas de las veces inmortalizada en el inconsciente colectivo revestidas de canciones y fechas imbuidas de un fuerte sustrato histórico y común compartido por todos nosotros.
La figura de esta mujer venida del mundo feérico pervive en multitud de países, portando según el país o región diferentes nombres, ya sean ninfas, hadas, náyades o donas d`aigua. En Asturias su nombre es Xana, aunque en algunos sitios la llaman Xinxanes. En la zona oriental las llaman Insanas; en occidente, Encantadas o Encantos; en la zona de Salas, Ondinas; y en algunos lugares de Onís, Inxánganas.
Las Xanas están claramente emparentadas con las hadas irlandesas, escocesas y bretonas, son por tanto, un mito indoeuropeo, extendido por toda Europa, espíritus de la naturaleza con forma de mujer.

Mitología Asturiana - Xana

Xana en una fuente del camino por Ignacio López

En Asturias prácticamente cada parroquia dispone de una o más fuentes habitadas por este ser sobrenatural.
Son las Xanas mujeres hermosas, bondadosas, habitantes de fuentes y cuevas, seductora y asustadiza.
Suelen aparecer en cuevas, fuentes y cauces de los ríos, y en esos lugares aparecen algunas noches hilando, lavando las madejas de hilo o peinando sus cabellos con un peine de oro, mientras entonan dulces canciones capaces de seducir a todo el que las escuche desapareciendo nuevamente al amanecer.
Las Xanas suelen tener hijos pequeños y peludos, los Xaninos. Ellas no los pueden amamantar, por eso los cambian por algún niño de una aldea cercana, para que su madre se los críe. Cuando la mujer se da cuenta del cambio, debe dejar de alimentar al Xanín, así romperá a llorar y, al oírlo, la Xana volverá a buscarlo devolviendo el niño a su familia.
Hay quien dice que son mujeres víctimas de un encantamiento y que, durante la noche de San Juan, cuando salen a recoger la flor de agua, es el único momento en que se puede aprovechar para desencantarlas.
Mitología asturiana - Xana
Alguna de las leyendas mas famosas de la Xana o Encantada nos cuenta que en El Castro (Allande), la encantada cuida “ua pitía con cien pitinos de oro” y en la estela de Coaña, hay enterrados decenas de burros cargados de “feixes” de oro.
Es celebre la de la “mora” de Cabo Blanco, un castro marítimo de El Franco, que custodia unas minas de oro donde decían, según nos contaba Marcelino Fernández a principios de siglo, que los “mouros” sacaban “l`ouro a máus chenas”.
También se dice que en la degollada (Valdés) hay una encantada que mora en la Fonte´l Regueiru , donde según cuentan sale y se presenta a la gente; esta encantada custodia un tesoro escondido en un prado llamado El Furacón lleno de oro.
Hay que aclarar que cuando se referían a moros querían decir al pagano, a la gente no bautizada, era una forma de generalizar, no querían referirse a ningún conjunto étnico en particular.

“¡Hay! Que una xana hechicera
Lavando está en fuente noble
Lavando cadexos de oro
Vestida de mil primores”
(Del romance “El Cueto Lloro”, Aurelio de Llano).

Ignacio LópezDibujo y escribo desde que tengo uso de razón, centrándome en el campo de la fantasía, la historia, los mitos y leyendas.
He colaborado y publicado en diversas revistas, ilustrando y escribiendo. Revistas tales como Ser Pagano, Almiar, Avalon , Tiempo Cero o la Estel (Sociedad Tolkien Española).

Puedes ver mis trabajos en mi página de Facebook

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Frases en El filo de la espada de Pablo Carnicero

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Frases en El filo de la Espada de Pablo Carnicerontrigas, traiciones, engaños.. la lucha entre inmortales, vampiros y licántropos acaba de empezar.
Descubre nuestra recopilación de las mejores frases de El filo de la espada, del segundo libro de la saga La Senda del Acero de Pablo Carnicero.

 

  • Sabed, ¡oh Rey! que más allá de las miradas de los hombres mortales, protegidas por un velo intangible, se extiende un reno donde las Sombras dictan su implacable voluntad.
  • El silencio de la muerte se alzaba siniestro tras él para ocultar su ira y su locura.
  • El tiempo siempre curaba las heridas, incluso las más profundas. Y un inmortal poseía tiempo de sobra.
  • Cuidate de los sueños y de quién posee el poder para hacerlos realidad.
  • Yo camino junto a los Señores del Infierno, pero tu te alias con mujeres, magos débiles y vampiros andrajosos.
  • Te estoy permitiendo escoger con libertad: o traicionas a tu señora o me traicionas a mí.
  • Cuidaros de no cometer ningún error, vampiros, puesto que permaneceremos ocultos, protegidos por vuestras sombras para vigilaros.
  • La muerte vagaba por aquellos parajes a su antojo, cercenando vidas tanto mortales como no-mortales.
  • El sol brillaba agónicamente mientras se hundía entre los picos de las montañas.
  • La chimenea de la estancia crepitaba con furia durante el intenso silencio que precedió a la llegada del embajador.
  • Un manto espeso de nubes había envuelto a la noche en su más fría y oscura capa.

Fuentes
El Filo De La Espada Autor: Pablo Carnicero de la Cámara

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Verano de miedo de Carlos Molinero premio Minotauro 2014

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Verano de miedo de Carlos Molinero gana el premio Minotauro 2014 otorgado en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges.

Carátula Verano de miedo“Cuando su madre le dice que tiene que pasar el verano derritiéndose en Vega Alta, el pueblo de su abuela, el primer pensamiento de Juan es que va a morirse de aburrimiento. Pero la construcción de unos chalés a las afueras desentierra a una criatura sedienta de sangre que hace que el aburrimiento a partir de ese momento sea imposible. Lo de morirse ya es otra cosa.

Juan se enfrentará a la amenaza vampírica junto a Eva, una gótica obesa, y Jairo, un ex niño de San Ildefonso beato. Ante su inferioridad de condiciones decidirá utilizar la información como arma, así que empezará a escribir en su blog todos los hechos terribles que están ocurriendo en Vega Alta. Con esto solo conseguirá llamar la atención de alguien: el vampiro resucitado, que tiene un plan para Vega Alta difícil de imaginar…”

Adrián Guerra (productor de cine), Ángel Sala (director del festival de Sitges), Marcela Serras (directora editorial de Minotauro), Javier Sierra (escritor) y Carlos Sisí (escritor y ganador del premio en 2013 con su novela Panteón), han formado el jurado encargado de otorgar el premio.

Verano de miedo (Premio Minotauro)” title=”Verano de miedo en Amazón” target=”_blank”>Verano de miedo se publicará el próximo 28 de octubre.

Ya comienzan a surgir comentarios sobre ella y solo es el principio “no es sólo una novela ágil y refrescante, sino también un homenaje a los clásicos del terror y a aquellos veranos, sangrientos o no, que nos cambian la vida.”

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